Derecho , pregunta formulada por aranaheber, hace 8 meses

cadena de acontecimientos


emlianonava: NOSE OUSO MI RESOUESTA

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Contestado por quisperuizaxelleandr
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Del presente nace el porvenir. Los acontecimientos se encadenan unos con otros por invencible fatalidad. En Homero, el destino es superior al mismo Júpiter. Éste, que es el señor de los dioses y los hombres, declara que le es imposible impedir que Sarpedón, su hijo, muera en el tiempo que tiene marcado. Sarpedón nació en el instante en que fue preciso que naciera, y no pudo nacer en otro instante; tenía que morir delante de Troya y ser enterrado en Licia. Su cuerpo debía en tiempo determinado producir legumbres que debían convertirse en la sustancia de algunos naturales de Licia, y los herederos de éstos debían establecer un nuevo orden en sus Estados, que debían influir en los reinos inmediatos; de modo que, por una serie de hechos, el destino de casi todo el mundo dependió de la muerte de Sarpedón, la cual dependía del robo de Helena, y este robo estaba necesariamente ligado con el matrimonio de Hécuba, que remontándose a otros acontecimientos, estaba ligado con el origen de todas las cosas. Si uno solo de estos hechos hubiera sucedido de modo diferente, habría resultado otro universo, no sería posible que el universo actual existiera; luego era imposible que Júpiter salvara la vida de su hijo, a pesar de ser Júpiter.

El sistema de la necesidad y de la fatalidad fue inventado en los tiempos modernos por Leibniz, según se dice, con el nombre de «razón suficiente», y sin embargo es muy antiguo. No es cosa moderna el que no haya efecto sin causa, ni el que muchas veces la causa más pequeña produzca los mayores efectos.

Confiesa lord Bolingbroke que las cuestiones particulares que mediaron entre la duquesa de Marlborough y lady Masham le proporcionaron la ocasión de conocer un tratado entre la reina Ana y Luis. Este tratado trajo la paz de Utrecht; la paz de Utrecht afirmó a Felipe V en el trono de España, y Felipe V tomó Nápoles y Sicilia a la casa de Austria. El príncipe español que por este motivo reinó en Nápoles debe evidentemente su reino a lady Masham, y no lo hubiera tenido, ni quizá hubiera nacido, si la duquesa de Marlborough hubiera sido más complaciente con la reina de Inglaterra.

Si estudiamos las situaciones de todos los pueblos del universo, nos convencemos de que llegaron a establecerse por una serie de hechos que no tienen relación entre sí aparentemente, pero que en realidad están ligados unos a otros. Todo es rodaje, poleas, cuerdas y resortes en esta inmensa máquina.

Lo mismo sucede en el orden físico. Un viento que sople desde el fondo del África trae parte de la atmósfera africana, que cae convertida en lluvia en los valles de los Alpes, y esas lluvias fecundan nuestras tierras. Nuestro viento del Norte, a su vez, envía nuestros vapores al clima de los negros: favorecemos a la Guinea y la Guinea nos favorece. La cadena se extiende desde un extremo hasta el otro extremo del universo.

Pero me parece que se abusa de la verdad de este principio deduciendo de él que no hay ni un pequeño átomo cuyo movimiento no haya influido en el arreglo actual del mundo entero; deduciendo que no hay accidente, por pequeño que sea, ya en los hombres, ya en los animales, que no constituya un eslabón esencial de la cadena del destino. Entendámonos: todos los efectos tienen evidentemente su causa. Podemos remontarnos de causa en causa hasta el laberinto de la eternidad; pero toda causa no tiene su efecto si descendemos hasta el fin de los siglos. Confieso que todos los acontecimientos son producidos unos por otros. Si del pasado nace el presente, del presente nace el futuro; todo tiene siempre padres, pero no todo tiene hijos. Sucede en esto precisamente como en el árbol genealógico; cada casa se remonta, como sabemos, hasta los tiempos de Adán; pero en la familia hay muchos individuos que mueren sin dejar posteridad. Existe el árbol genealógico de los acontecimientos del mundo. Para muchos es incontestable que los habitantes de las Galias y de España descienden de Gomer, y los rusos de Magog, su hermano pequeño; esta genealogía se encuentra en muchos libros. Con estos datos no se puede probar que el Gran Turco, que desciende también de Magog, tuviera la obligación de ser completamente derrotado en 1769 por la emperatriz de Rusia Catalina II. Esta aventura se enlaza evidentemente con otras grandes aventuras, pero que Magog escupiera a derecha o a izquierda en el monte Cáucaso, que diera dos o tres vueltas alrededor de un pozo, no creo que signifique nada para la marcha del mundo.

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