Baldor, pregunta formulada por rodrigojesusenciso, hace 3 meses

Cada año, conforme se acerca el Halloween y las tiendas despliegan máscaras monstruosas, calabazas, calacas –o esqueletos– y demás parafernalia macabra, las llamadas ‘redes sociales’ comienzan a ocuparse del tema y hay quienes lo defienden furiosamente y quienes lo atacan con no menos furor. Revisando los argumentos a favor y en contra, se descubre que unos solo ven lo bueno y otros solo lo malo, por lo que conviene examinar ambos tipos de argumentos para sacar conclusiones. De un lado, lo bueno: que se realiza en comunidad, con amigos, familiares y vecinos; que es divertido disfrazarse y ello hace el bien tanto al que lo practica como al que lo aprecia; que los niños, en particular, reciben gratuitamente muchas golosinas. De otro lado, lo malo: que se festeja el mal, las tinieblas, la muerte, las brujas, el diablo, el miedo, todo lo opuesto a nuestra fe que exalta el bien, la luz, la vida, la bondad, la amistad con Dios, la paz; que disfrazarse de diablo es tan absurdo como si un trabajador vistiera el uniforme de la empresa competidora, o si alguien llegara disfrazado de Hitler a cenar a casa de su amigo judío (el diablo aparece en la Biblia, de principio a fin, como enemigo de Dios, ponerse su camiseta es como jugar en su equipo... y a los niños que se disfrazan de diablo, les da por imitarlo y considerarlo simpático e imaginario); que hoy en día es riesgoso aceptar dulces de origen desconocido, pueden contener droga; que a los niños les afecta consumir tanta azúcar; y, en fin, que aprenden que se premia el mal. Es evidente que, desde el punto de vista espiritual, lo malo pesa más, pero como las tiendas, el cine y la televisión que difunden el Halloween no suelen normarse por criterios de fe, este festejo aparentemente llegó para quedarse. ¿Qué hacer como cristianos ante esta realidad que no podemos ignorar? Pues asumirla y darle un sentido distinto, aprovecharla para evangelizar, practicar el principio de “Conservar lo bueno y desechar lo malo”. Por ejemplo, organizar en la familia, colonia, parroquia, etc. una fiesta que tenga todos esos elementos buenos que tanto agradan a los defensores del Halloween: convivencia, risas, disfraces, dulces y golosinas, pero nada de lo malo, es decir, que no se celebre el mal, y que nadie se disfrace de Satanás. Cada vez hay más comunidades cristianas que se esfuerzan, con gran éxito, por realizar en la víspera de Todos los Santos una fiesta en la que se invita a los niños a ir vestidos de santos, se organizan juegos, se reparten dulces, se merienda chocolate y pan de muerto. No hay que tragarse sin masticar lo que el mundo ofrece, ¡nos podemos empachar! Preguntémonos: ¿qué me va a dejar?, ¿cuál será su fruto espiritual? y atender el consejo de san Pablo: “No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien que una nueva manera de pensar los transforme interiormente. Así sabrán cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. (Rom. 12,2) Básicamente, el autor parte de una polémica alrededor
de la celebración anual del Halloween.
de la estrategia cristiana ante el Halloween.
de las cosas buenas que trae el Halloween.
de los peligros morales inherentes al Halloween.

Respuestas a la pregunta

Contestado por rominamirandamorales
2

Respuesta:

es tu tarea o es un tesmonio

Explicación:

coronita pliss

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