Búsqueda
El viaje continuó por una espesa selva entre los médanos. Solo
escuchábamos el murmullo de los pantanos y el chapoteo de
nuestros caballos. Al anochecer atamos las bestias a un sauce
gigantesco y nos cobijamos, Eleazar y yo, bajo un cielo de ramas
lánguidas. Allí me refirió la historia del lugar dominado por las
ideas. Despertamos envueltos en una niebla violácea que velaba el
día y avanzamos hacia el sur. No recuerdo cuántas leguas
recorrimos hasta que dos montañas elevadísimas se interpusieron
en la ruta. En medio de ellas apenas distingui una brumosa ciudad
alzada en los faldeos. Era gótica, púrpura y muy espigada. Es la
ciudad de los pensamientos, dijo Eleazar. Mientes, repuse, y la
desapareció. Cambiar el conflicto
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