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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
libro sobre refugiados? ¿Otro reportaje sobre refugiados? ¿Otra noticia sobre refugiados? ‘Otro’. No son pocas las veces que a lo largo de mi carrera profesional me han preguntado sobre el sentido de escribir ‘otro’ texto sobre migraciones. Lo que no dicen pero piensan: qué aburrimiento, qué sopor, qué pereza. ‘Otro’.
Sería sano que el periodismo se pregunte por qué hemos llegado hasta aquí, por qué muchas personas pueden sentir fatiga al leer historias de migración: hay un mea culpa que aún no se ha entonado, y en esta guía reflexionaremos sobre las formas de escribir y fotografiar que contribuyen a ello. Pero cada vez que alguien me expresa esa fatiga —suya, de ese supuesto ente que llamamos ‘público’— siento que ante mí hay una manifestación intolerable de cinismo. Los lectores están cansados del periodismo que se interesa en las migraciones, pero las migraciones son un tema que está cambiando gobiernos y políticas en todo el mundo: Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Hungría. ¿Cómo que no interesa?
Creo que la paradoja se resuelve de la siguiente manera: cuando Donald Trump habla del muro, no habla sobre niñas salvadoreñas o mecánicos hondureños que han huido de las maras, habla sobre Estados Unidos. Cuando el ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, habla de bloquear las operaciones de rescate en el Mediterráneo, no habla sobre gambianos torturados en Libia, habla sobre Italia. Cuando el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, habla sobre la multitud que quiere imponer el islam en su país, no habla sobre los sirios que huyen de la guerra, habla sobre Hungría. Lo más importante de esta guerra cultural —y hay que entender este marco y conocer sus reglas de juego antes de analizar qué papel desempeña el periodismo en él y cuál podría desempeñar si se lo propusiera— es que su sujeto central no es el famoso ‘otro’, sino ‘yo’.
Los titulares sobre la mal llamada crisis de los refugiados de Europa, cuando centenares de miles de personas llegaron al continente en el 2015, son la prueba más fehaciente de ello. Esa ‘crisis’ no era la crisis de derechos humanos de quienes huían de Siria, Afganistán o Irak. Era la crisis de los países europeos al lidiar con esa situación. Era la crisis identitaria que atravesó —atraviesa— a tantas sociedades occidentales.
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