-¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las medias coloradas, blancas y
negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las
víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
-¡Con mucho gusto! -respondió la lechuza-. Esperen un segundo, y vuelvo en
seguida.
Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero
no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros. recién sacados a
las víboras que la lechuza había cazado.
-Aquí están las medias -les dijo la lechuza-. No se preocupen de nada, sino de una
sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de
cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar
van entonces a llorar.
Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro
había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras
como medias, metiendo las patas dentro de los cueros, que eran como tubos. Y muy
contentos se fueron volando al baile.
Cuando vieron a tos flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron
envidia. Las víboras querían bailar con ellos únicamente, y como los flamencos no
dejaban un Instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué
estaban hechas aquellas preciosas medias.
Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los
flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver
bien.
Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de
las medias, y se agachaban también tratando de tocar con la lengua las patas de los
flamencos, porque la lengua de la víbora es como la mano de las personas. Pero los
flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no
podían más.
Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en seguida a las ranas sus
farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se
cayeran de cansados.
Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con
un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. En seguida las víboras de coral corrieron
con sus farolitos y alumbraron bien las patas de! flamenco. Y vieron qué eran
aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná.
-¡No son medias!- gritaron las víboras-. ¡Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado!
¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como
medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de coral
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron
volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces
las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les
deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaron las medias a pedazos,
enfurecidas y les mordían también las patas, para que murieran.
Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de
coral se desenroscaran de sus patas, Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un
solo pedazo de medias, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las
gasas de sus trajes de baile.
Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir,
porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran
venenosas.
Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un
grandísimo dolor y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el
veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían terrible ardor en las
patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el
día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que
sienten en ellas.
A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan.
Pero los dolores del veneno vuelven en seguida, y corren a meterse en el agua. A
veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas
enteras, porque no pueden estirarla.
Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las
tienen coloradas. Todos los peces saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los
flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse,
comiéndose a cuanto pececito se acerca demasiado a burlarse de ellos.
Segun el texto ¿éticamente como se comporto la lechuza con los flamencos?
maydudelmilagro842:
no entiendo I-I es demasiado largo
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1
La lechuza se porto muy mal con los flamencos
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