Historia, pregunta formulada por arturonieves000, hace 5 meses

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Contestado por e79882177
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Contestado por paulaandreasuarezgar
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espero que te sirva me demore como una hora escribiendo todo esto

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En las décadas posteriores al triunfo de la Revolución mexicana, e inclusive en nuestros días, al analizar la trayectoria de nuestros intelectuales y artistas, en muchas ocasiones se indaga por su postura política. Así se les asigna una nota aprobatoria o reprobatoria, según se considere lo que debe ser “políticamente correcto”, a criterio del clasificador.

La obra cultural no es ajena a las posturas políticas de los creadores. Sin embargo, su calidad artística o intelectual no está determinada por su postura en ese rubro. Imposible hacer una división entre los artistas acertados, si supuestamente estuvieron del lado de la Revolución, y aquellos que malvadamente no apoyaron a aquel movimiento, o a alguna de sus facciones.

Entonces como ahora, los intelectuales se involucraban en otras actividades para sobrevivir, pues quienes podían y  pueden dedicarse exclusivamente a producir arte son contados. Para fines de la dictadura, el conjunto de ellos tenía una colocación en las instituciones y empresas porfiristas. Debe decirse que también los intelectuales de la Revolución –incluyendo a varios de los redactores de documentos y planes– tuvieron su formación en las instituciones educativas porfirianas y se criaron en los espacios culturales del régimen.

El más importante de estos espacios fue la prensa que, pese a todo, siempre tuvo espacio para aquellas manifestaciones de tendencia opositora. Ciertamente la prensa oficialista fue la que tuvo la mayor penetración e influencia en la mentalidad de aquella época. En particular el diarioEl Imparcial (1896-1914), el primer periódico noticioso y de gran circulación publicado en México, alcanzó una distribución y preferencia que todos reconocieron (incluso sus enemigos revolucionarios, que lo catalogaron como “la más alta tribuna” del país).

Entre los literatos que ahí trabajaron se encuentran aquellos que, por su influencia en la cultura nacional, consideramos ya indispensables: Amado Nervo, Ángel de Campo, Manuel Puga y Acal, Victoriano Salado Álvarez, Enrique González Martínez, Heriberto Frías, Justo Sierra y otros muchos.El Imparcial incluso dio cobijo a algunos que pronto (hacia 1909) transitaron hacia la oposición, como Juan Sánchez Azcona.

Además de los autores anteriores, para este periódico escribieron José Juan Tablada, Luis G. Urbina y Salvador Díaz Mirón. Nada menos que tres de los más importantes poetas mexicanos. De estos tres presentamos al lector ejemplos de sus textos políticos –todos ellos publicados en El Imparcial– relativos a la última reelección porfiriana, la llegada de Francisco I. Madero al poder y el régimen huertista.

Posteriormente, presentamos también fragmentos  de otros dos intelectuales que expresan de manera más íntima su criterio político, en sus respectivas memorias: Querido Moheno y Federico Gamboa.

En cuanto a los autores seleccionados en esta breve e incompleta antología de textos de intelectuales que, en su momento, se expresaron en contra de la Revolución mexicana –en particular en contra de Madero y en favor de Huerta–, es necesario comprender el contexto en el que escribieron. Fundamentalmente sus críticas señalaron la paradoja que suponía, por un lado, la destrucción de la paz y el orden porfirianos, y, por el otro, la anarquía y destrucción que representaba la Revolución.

Desde 1909, cuando la discusión política se centró en la selección del candidato a la vicepresidencia –y cuando pocos se atrevían a declararse antiporfiristas, algo que ni siquiera hizo el mismo Madero–, nuestros autores se expresaron en contra de la candidatura del general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León, a quien la oposición promovía para acompañar a Díaz en la vicepresidencia. Tablada publicó entonces una serie de artículos bajo el título de “Tiros al blanco”, en donde hizo gala de su habilidad versificadora, y su destreza para ironizar y ridiculizar a sus contrincantes.

Posteriormente Tablada sería más cruel al recurrir al libelo y publicar anónimamente la aristofánica pieza teatral “Madero-Chantecler”. Esta pieza fue editada inmediatamente después de que Madero formalizara su candidatura presidencial el 15 de abril de 1910.

Cuando Francisco I. Madero llegó al poder, el periódicoEl Imparcial saludó al político revolucionario con un editorial titulado “Ni amigos ni enemigos” (11 de junio de 1911). Este texto, desde luego sin firma, es atribuido a Luis G. Urbina, quien entonces figuraba como jefe de Redacción del diario.

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