AYUDAAAAA POR FAVOR
En un pequeño ensayo editado por el Ministerio de Educación y Tecnología de la Nación, titulado La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura (2006), Graciela Montes sostiene que “la lectura no es algo de lo que la escuela pueda desentenderse”. Descuento que estamos todos de acuerdo.
Ahora, a propósito del Día del Niño, yo quiero preguntarles si la lectura es algo de lo que las familias pueden desentenderse.
Lectura tras lectura, dice Montes, un lector “se va volviendo más astuto en la búsqueda de indicios, más libre en pensamientos, más ágil en puntos de vista, más ancho en horizontes”.
Y como vivimos en una sociedad de escritura, “no es lo mismo leer que no leer”. Leer demanda una “actitud de lectura”: tomarse un tiempo para mirar bien lo que tenemos lo que tenemos delante de los ojos; enfrentar con confianza algo que tal vez, en principio, no se comprenda; buscar indicios; construir sentidos”.
Finalmente, quien aprende a leer textos, termina leyendo imágenes, paisajes, gestos, rostros, cuerpos, miradas, emociones.
Si leer provoca todo eso, y todo eso da cuenta de una persona tranquila, segura, observadora, perspicaz, inteligente, ¿por qué no regalamos libros a nuestros niños? ¿por qué no incentivamos la lectura en casa?
Por el contrario, se afirma, se afirma con frecuencia que los chicos no leen, y las evaluaciones escolares nos advierten en reiteradas oportunidades que no entienden lo que leen.
Según Montes, decir que los chicos no entienden lo que leen significa que no pueden construir sentido de lo leído o que han construido “un sentido que se considera aberrante” y entonces le hacen decir al texto lo que el texto no dice.
Eso ocurre cada vez que lo leído resbala por nuestra atención podría estar alimentada por una valorización simbólica negativa, por una ausencia de significación intelectual del acto mismo de leer (¿qué sentido tiene, ¿qué gano con hacerlo, para qué me sirve?).
Humanizando metafóricamente la lectura, Montes nos ayuda a comprender que convertirnos en lectores no sirve -si de utilitario se trata- hasta para relacionarnos mejor con las demás personas, comunicarles nuestro afecto y aceptar las diferencias. Porque para entender un texto “habrá que entrar en tratos con él, abrazarlo, hacerle frente”. El texto, todo texto, es otro que tiene algo para decirme si yo soy capaz de prestarme para esa comunicación tan especial, si abro un tiempo y le doy lugar.
Por cierto, todo lo que le hace bien al niño, le hace bien al adulto. Entonces, como siempre es bueno recordar al niño que fuimos, ¿por qué no nos regalamos esta semana un buen libro y el placer de que el mundo entero desaparezca mientras lo leemos?
Rogelio de Marchi, La voz del Interior, 1/08/10
a. ¿Qué punto de partida ha elegido el autor? Transcríbala.
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Ocurre cada vez que lo leído resbala por nuestra atención podría estar alimentada por una valorización simbólica
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