Castellano, pregunta formulada por yotoyoy, hace 3 meses

ayudaaaa resumen del siguiente texto:
El misterio de las manchas Esa mañana de cielo azul, intenso, límpido, flotaba en el aire una extraña mezcla de olores. El animal de manchas oscuras se hacía invisible entre el leve movimiento del follaje. Tenía la cabeza apoyada en las patas delanteras y se lamía el morro pringoso de leche. Había mamado hasta la saciedad, antes de que su madre saliera en busca de alimentos. Se desperezó con un bostezo largo y decidió ir al encuentro de la tigresa. Incorporándose, midió la distancia y de un salto se perdió en el yuyal. La tierra comenzaba a soltar vapores cálidos. La cachorra oteaba el aire buscando a su madre, pero, de pronto, se detuvo: algo sospechoso se arrastraba en la hojarasca. Pegó la barriga contra el suelo y avanzó deslizándose en medio de los arbustos, veloz y sedosamente, hasta que, de pronto, se encontró con su venenosa enemiga. Debía matarla donde la encontrara, en especial a esta, porque ya olía a excremento, señal de que la séptima muda estaba próxima y cuando esto ocurría, de acuerdo a una Ley del mundo animal, las víboras reinarían sobre todos los habitantes de la selva, apoderándose del misterioso secreto que los tigres guardaban en sus manchas. La serpiente se acercó enhiesta, vibrante, hinchando la temible cabeza triangular, y, con los ojos fijos en el contrincante, abrió la boca insultándolo con la lengua, retándolo, con el rumor excitante del sonajero de la cola, a un duelo mortal. Intimidada, la cachorra retrocedió unos pasos y, arqueando el lomo erizado, se encogió en el aire y, como un rayo, disparó sus cuatro garras decapitando a la vibora. El reptil seguía retorciéndose. La pequeña continuó su pesquisa. Al cabo de un rato, percibió el olor de su madre, y también el de una fuerte catinga de bicho desconocido. El sol ya estaba alto cuando por fin la encontró. Entre los espartillos yacía el cuerpo desollado de la hembra. Bandadas de pájaros negros se apiñaban sobre ella, unos atragantándose con las tripas, otros vaciándole golosamente las cuencas. En ese lugar el olor repugnante era más concreto. A lo lejos sonaron varios estampidos que armaron gran revuelo entre las aves. Por un momento ella estuvo atenta husmeando el aire y la osamenta. Después volvió ancas y, con la cabeza gacha, emprendió el regreso contoneándose lentamente. El hambre la apremió a cazar, aunque a menudo tuvo que resignarse tragando saliva, cuando no podía echarles garras a los venados que se le escapaban. De tarde en tarde, se divertía espantando mariposas, o rompiendo charcos punteados de estrellas. A veces, volvía a escuchar los estampidos y el viento esparcía aquel olor extraño que tanto la inquietaba. Meses después, el instinto se le afirmó, aguzándole los oídos, afinándole el olfato. En un atardecer caluroso, el olor catingudo la despertó. Sus ojos amarillos, no rasgados todavía, sino redondos y grandes como los de un niño, vieron al animal que despedía el picante olor. Sintió la misma un grito inesperado de pájaro, o el más leve rumor, lo hacían saltar como un resorte. Después de cenar, tomó un rumbo diferente al acostumbrado. Salió de la maraña, y empezó a bordear el monte, siguiendo el sendero del totoral. El aire estaba tibio, casi no había estrellas, y continuos relámpagos anunciaban la inminencia de algún aguacero. En un recodo encontró la picada que conducía a la aguada. Durante un rato, observó minuciosamente las huellas. Le pareció que podría pertenecer al tigre, pero no había mucha relación entre el tamaño del rastro y el peso del animal que los había dejado. Volvió a entrar en el monte, y, detrás de unas matas creyó escuchar un gruñido amenazador. Intuitivamente notó que algo anormal sucedía, pues no es común que el tigre se descubra a sí mismo. El cazador se detuvo en seco. Preparó el arma, y con la linterna buscó en el yuyal el origen del ruido; no podía controlar el temblor de sus manos, y se le hizo un vacío en el estómago al reconocer al tuerto, aquel ojo satánico, encandilado por la luz. Pero al instante se repuso, hincó la rodilla en el suelo y apoyó la culata del arma en el hombro. Su corazón latía desaforadamente y un gozo extraño se apoderaba de él. Sintió el sudor frío que le bañaba la frente, bajando por la cicatriz de la cara, y sonrió estremecido de odio y de placer al mismo tiempo. Ya lo tenía en la mira y cuando iba a tirar el primer gatillo, la luz se le movió ligeramente. Rectificó la dirección, pero quedó estupefacto ante la escena que acababa de presenciar y bajó la escopeta hondamente turbado. El animal jadeaba dolorosamente, debatiéndose en el momento supremo de toda hembra. Uno de sus cachorros ya había nacido y el segundo estaba a pun to de ver la luz.​

Respuestas a la pregunta

Contestado por nesly644880
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Respuesta:

خدشوك تفجدلوود ثم أكل القرف جوهج

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