AYUDAAA! Cuales son las criticas mas típicas hacia el perspectivismo (Filosofía)
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A raíz de la conferencia de Carlos Reynoso en el Museo Nacional de Antropología, diversos colegas tuvieron la amabilidad de circular el texto titulado Crítica de la antropología perspectivista, cuya versión electrónica anticipa, al parecer, su publicación en las editoriales consabidas. Los que estén familiarizados con sus textos, sin embargo, no hallarán nada nuevo bajo el sol: una vez más, Reynoso desenfunda sus armas de largo alcance y se dispone a ejercer el papel de francotirador que lo ha vuelto tan célebre en las zonas marginales de la antropología, donde los techos nunca son lo suficientemente altos para errar los disparos que por lo regular lanza contra sus víctimas. La única diferencia estriba en que sus presas no son en esta ocasión los antropólogos posmodernos o los estudios culturales (Reynoso, 1991 y 2000), sino los que él aglutina con el nombre de perspectivistas para evitar confundir al lector con matices innecesarios, bastante sutiles para los lentes que utiliza.
Las armas de Reynoso son en efecto instrumentos de escasa precisión, dotados de lentes demasiado oblicuos para distinguir diferencias significativas. Bajo un mismo título, su crítica arrastra autores y teorías que difícilmente se reconocerían a sí mismos como perspectivistas y que sólo la mala fe, las ansias de celebridad o la ceguera analítica permitirían colocar en la misma canasta. Así como Marcel Mauss no se convierte en estructuralista por haber inspirado la obra de Lévi-Strauss, no hay razones para pensar que Marilyn Strathern, Roy Wagner o Bruno Latour ingresen en las filas de la antropología perspectivista tan sólo porque los nuevos estudios amazónicos han tenido a bien citarlos en diversas ocasiones. Nadie que conozca la obra de estos autores encontrará en ella atisbos de un perspectivismo amerindio, basado en las ontologías locales, y cualquiera que lea con cuidado a Philippe Descola advertirá sus discrepancias con la "inversión cruzada de los puntos de vista, que caracteriza por derecho propio al perspectivismo" (Descola, 2012: 216).
Cada teoría, decía Geertz, termina por fundar a sus propios precursores. Reynoso lamenta sin embargo que la "antropología perspectivista" haya rescatado de sus tumbas a Foucault, Derrida, Deleuze y Guattari, que a sus ojos no representan otra cosa que "una pandilla de filósofos aparatosamente narcisistas" (p. 7) cuyas obras deberían quedar desterradas de nuestra disciplina. Es curioso que, para un autor que propaga los estudios "transdisciplinarios", las únicas referencias que resultan plausibles se esconden en la literatura dedicada a los grafos-p y los enrejados de Galoise, con los cuales Marilyn Strathern habría hecho cosas más grandes de las que en realidad hizo si no fuera, por simple distracción, que se le ocurrió consultar a Frazer, Malinowski y "otros tópicos de lejana antigüedad" (p. 135). Frente a esas preferencias personales, en efecto, nadie se salva. Mediante el terrorismo de la referencia bibliográfica, los antropólogos pasamos a ser una pandilla de ignorantes que hablamos de la cultura antes de haber examinado los modelos de Kaes y los grafos TIP, sin los cuales sería prácticamente imposible decir algo serio sobre el don, la persona y el intercambio. En razón de estas lagunas imperdonables, Strathern termina por convertirse en una antropóloga cuya "petulancia [...] la torna indirecta y potencialmente nociva" (p. 132) para cualquier ingenuo que tenga el mal tino de citarla.