AYUDA PLIS ES PARA HOY
1. De qué era muestra la tumba que estaba vacia
2. ¿Qué sentimientos albergaban las santas mujeres cuando iban camino del centro? Y cuando regresa- ron a contar el suceso a Pedro y a los demás discipulos?
3. ¿Por qué la resurrección de Jesucristo es la verdad central de la fe cristiana? 4. ¿Qué significan las palabras del Compendio del CEC, n° 128 y 132?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
1. El cuerpo de Jesús fue presentado en la tumba después de la crucifixión y muerte. ... La tumba vacía es el lugar de la revelación de la resurrección de Jesús, de manera implícita en el Evangelio canónico de Marcos (sin las terminaciones posteriores) y de forma explícita en los otros tres relatos evangélicos canónicos
2.
Iban llenas de amor, habían observado todo con detalle. Saben que el embalsamamiento podían hacerse mejor. Lo han hecho muchas veces. Pero sobre todo quieren ungir el cadáver de Jesús con su cariño y su amor. Quieren tener el último detalle de piedad con el Maestro. En el camino, decididas, piensan en el obstáculo que es la piedra. Ciertamente no pueden removerla. Se necesitan hombres fuertes y máquinas. No pueden removerla ellas solas; pero, sorprendentemente, van. La intuición puede más que los razonamientos. De momento ellas van movidas por el cariño y la piedad.
3. La muerte y la resurrección de Jesús son los acontecimientos más importantes en la teología cristiana. Ellos forman el punto en las Escrituras donde Jesús da su última demostración de que él tiene poder sobre la vida y la muerte, por lo que tiene la capacidad de dar a la gente la vida eterna
4.
A los Venerables Hermanos Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos, Presbíteros, Diáconos y a todos los Miembros del Pueblo de Dios
Hace ya veinte años se iniciaba la preparación del Catecismo de la Iglesia Católica, a petición de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Agradezco infinitamente a Dios Nuestro Señor el haber dado a la Iglesia este Catecismo, promulgado en 1992 por mi venerado y amado Predecesor, el Papa Juan Pablo II.
La gran utilidad y valor de este don han sido confirmados, ante todo, por la positiva y amplia acogida que el Catecismo ha tenido entre los obispos, a quienes se dirigía en primer lugar, como texto de referencia segura y auténtica para la enseñanza de la doctrina católica y, en particular, para la elaboración de catecismos locales. Pero una ulterior confirmación ha venido de la favorable y gran acogida dispensada al mismo por todos los sectores del Pueblo de Dios, que lo han podido conocer y apreciar en las más de cincuenta lenguas a las que, hasta el momento, ha sido traducido.
Ahora, con gran gozo, apruebo y promulgo el Compendio de este Catecismo.
Dicho Compendio había sido vivamente deseado por los participantes al Congreso Catequético Internacional de octubre de 2002, que se hacían así intérpretes de una exigencia muy extendida en la Iglesia. Acogiendo este deseo, mi difunto Predecesor decidió su preparación en febrero de 2003, confiando la redacción del mismo a una restringida Comisión de Cardenales, presidida por mí y ayudada por un grupo de expertos colaboradores. Durante el desarrollo de los trabajos, el proyecto de este Compendio fue sometido al juicio de los Eminentísimos Cardenales y los Presidentes de las Conferencias Episcopales, que en su inmensa mayoría lo han acogido y valorado favorablemente.
El Compendio, que ahora presento a la Iglesia Universal, es una síntesis fiel y segura del Catecismo de la Iglesia Católica. Contiene, de modo conciso, todos los elementos esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia, de manera tal que constituye, como deseaba mi Predecesor, una especie de vademécum, a través del cual las personas, creyentes o no, pueden abarcar con una sola mirada de conjunto el panorama completo de la fe católica.
El Compendio refleja fielmente, en su estructura, contenidos y lenguaje, el Catecismo de la Iglesia Católica, que podrá ser mejor conocido y comprendido gracias a la ayuda y estímulo de esta síntesis.
Entrego, por tanto, con confianza este Compendio, ante todo a la Iglesia entera y a cada cristiano en particular, para que, por medio de él, cada cual pueda encontrar, en este tercer milenio, nuevo impulso para renovar el compromiso de evangelización y educación de la fe que debe caracterizar a toda comunidad eclesial y a cada creyente en Cristo de cualquier edad y nación.
Pero este Compendio, por su brevedad, claridad e integridad, se dirige asimismo a toda persona que, viviendo en un mundo dispersivo y lleno de los más variados mensajes, quiera conocer el Camino de la Vida y la Verdad, entregado por Dios a la Iglesia de su Hijo.
Leyendo este valioso instrumento que es el Compendio, gracias especialmente a la intercesión de María Santísima, Madre de Cristo y de la Iglesia, puedan todos reconocer y acoger cada vez mejor la inagotable belleza, unicidad y actualidad del Don por excelencia que Dios ha hecho a la humanidad: Su Hijo único, Jesucristo, que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 28 de Junio de 2005, víspera de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, año primero de mi Pontificado.
BENEDICTUS
espero y te sirva