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HANSEL Y GRETEL
Allá a lo lejos, en una choza próxima al bosque vivía un
leñador con su esposa y sus dos hijos Hansel y Gretel. Toda
la familia era muy pobre y un buen día no les quedó nada
para comer.
-Nuestros hijos morirán de hambre- se lamentaron papá y
mamá –solo hay un remedio, tenemos que dejarlos en el
bosque, alguien los encontrara y se apiadara de ellos-.
Los niños que no podían dormir por el hambre escucharon lo
que sus papás decían. Al siguiente día con el pretexto de ir al
bosque a buscar frutos y huevos, la familia se encaminó
entre los árboles. –Nos perderemos y no hallaremos el
camino de regreso- dijo Gretel. –No te preocupes- le contestó
el hermano. –En casa encontré un trozo de pan duro, iré
tirando migajas por el camino y encontraremos el modo de
regresar-.
Los niños se durmieron en un claro, rendidos por el cansancio
y los papás tristes y acongojados aprovecharon para
dejarlos. Al despertar, los niños quisieron volver a casa, pero
los pájaros se habían comido las migajas de pan y no
pudieron regresar. Sabiendo que no debían quedarse allí,
comenzaron a caminar sin rumbo hasta que encontraron una
linda cabaña con techos y paredes de galletas, caramelos y
dulces de todas clases. Empujados por el hambre corrieron
presurosos para arrancar pedazos de la cerca y las paredes.
En eso apareció una anciana, quien con amable sonrisa los
invito a pasar. En realidad, la anciana era una malvada bruja
que quería, quien le ayudara en la cocina y tirara de su carro.
Como los chicos estaban en los huesos los encerró en una
jaula para engordarlos y que se pusieran fuertes, cada cinco
o seis días la bruja que era medio siega pedía a Hansel que
sacara un dedo entre los barrotes para tocarlo, el niño le
ponía un huesito de pollo y la bruja decía –Todavía estas
flaquito, necesitas más comida-. Así pasaron varias semanas
hasta que la anciana se cansó de estarlos alimentando, abrió
la jaula y los sacó para que le ayudaran.
-Tu, muchacha, atiza el fuego. Y tu ponte el arnés que jalaras
mi carreta para traer leña-. La niña había oído que las brujas
se convierten en polvo si aspiran humo de tilo, y con esta
madera atizó el fuego; en un descuido la bruja se acercó.
Gretel abrió la puerta de la estufa y la bocanada de humo
que salió la desmaterializo. Los pequeños escaparon, no sin
antes llenar sus bolsillos con oro y joyas que la bruja había
acumulado en un cofre.
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