Arte, pregunta formulada por ElizaG56, hace 17 horas

Audiovisual como disfunción de ideas políticas y resistencia

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Contestado por anmaheor
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Respuesta:

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Explicación:

Nuestros propios ojos hacen toda la diferencia

El audiovisual nunca ha salido de las calles, al menos no en América Latina. El audiovisual no es el simple registro sonoro, fílmico o fotográfico de lo inmediato, de lo presente delante al dispositivo de registro. Es ante todo una producción pensada, editada —puesta a discusión— y de nuevo en edición para realizar un objeto comunicante de saberes que escapan a las fronteras de la narrativa escrita y generan múltiples caminos sensoriales para entender un determinado entorno, una problemática, una serie de cambios y realidades…. una situación política.

Emilio Bernini (2016) nos recuerda que el giro político que tomó el documental en América Latina responde a una serie de mutaciones en los años ochenta ante la emergente hegemonía del neoliberalismo, de las manifestaciones populares de emancipación y lo que trajeron en aprendizaje estos años críticos. Es decir, el giro de la equívoca idea de pensar el poder en torno a la ocupación del Estado hacia el crecimiento de múltiples movimientos de reivindicación étnica, de género y política que apelan a una conformación del poder desde las bases.

Se vuelve pues el audiovisual una herramienta de transformación social, de intervención política. A través de medios alternativos —como lo deja ver la larga trayectoria de cine comunitario— se declara en contra de los sistemas hegemónicos de medios audiovisuales de carácter comercial o estatal, transformando la documentación en “un arma cuyos disparos hagan que, después de descargada, el espectador y la sociedad ya no puedan volver a ser igual que antes” (Vellegia, 2009).

No sólo se trata del estar ahí, de empatizar y compartir las calles con una cámara, sino que sean las propias calles los escenarios, medios de proyección, discusión y organización. Que las salas de exhibición sean alternativas: escuelas, mítines, sindicatos, avenidas, plazas públicas. Que den al espectador la palabra y espacio de acción desde su intervención del espacio.

Manuel Gutiérrez (1998) nos sugiere pensar América Latina como el juego surrealista cadáver exquisito: texto inacabado de encadenamientos inconexos, inarmónico, dotados de una singularidad que radica en su mosaico de rupturas y variaciones culturales. Estos pliegues se dan por la configuración sincrónica bajo distintos niveles y fases de la incursión capitalista neoliberal en su territorio. A través de un recorrido de recomendaciones audiovisuales que se propone a partir de las lecturas de los escritos “Puntos de Encuentro” de este número de Ichan Tecolotl, se presenta este cadáver audiovisual exquisito de movilizaciones políticas.

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