aspectos relevantes del Ecuador antes del laicismo.
DAMIANCALVA:
Esta complicado es vaina...
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INTRODUCCIÓN AL FENÓMENO LAICO (**)
El fenómeno^ sociológico que se ha denominado «laicismo», objeto del presente trabajo, ha sido tema preferido de innumerables estudios. Su aho- ra mayor que nunca actualidad hace que se multipliquen los esfuerzos y la dedicación de los especialistas por elucidar sus raíces, encontrar sus más. tempranas manifestaciones, detectar sus más íntimas pretensiones, aquila- tar, en fin, el exacto alcance y sentido de sus proposiciones.
América latina también ha experimentado la necesidad de un lúcido análisis del laicismo que ha crecido en sus fronteras. Hay de por medio un interrogante apasionante: ¿Ofrece el laicismo latinoamericano manifes- taciones desconocidas en latitudes europeas? ¿Aporta elementos autóctonos al «modo de ser» laico? Naturalmente, no es la primera página de este estudio el lugar apropiado' para una respuesta. Sólo hemos querido consig- nar la intención que nos va a acompañar, en profundidad, a lo largo de nuestra investigación.
Por los motivos que acabamos de señalar en la advertencia introductoria, nos hemos tenido que limitar al laicismo ecuatoriano. Sin embargo, antes de adentrarnos en él es necesaria una mirada panorámica para insertar en ella la parcela d e nuestro estudio.
Para evitar divagaciones e imprecisiones, que nos desorientarían, pre- gúntemenos desde la primera página; ¿Qué es el laicismo? Según el es- pecialista belga Lagarde, podemos hablar de laicismo' desde el momento en que se distingue entre
«el poder espiritual y el poder temporal, entre la autoridad religiosa EL LAICISMO EN El, KCÜADOR: ASPECTOS HISTÓRICOS
y la autoridad política; una, encarnada por el clero; la otra, por los príncipes o magistradcs seglares» (i).
Notemos ya desde ahora la oposición: clero-seglar. Tal binomio será decisivo para la comprensión del laicismo. La dualidad podrá ser entendida como mera distinción, como prevalencia de uno sobre otro-, como apéndice uno de otro, como dos órdenes mutuamente desconocidos. Pero en cualquier caso, y como condición que los posibilita, tendremos una irreductibilidad:
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estrato clerical, estrato civil, seglar. Por ello se ve ya claramente que nos
encontramos ante un fenómeno netamente cristiano: de hecho, sólo en la
sociedad cristiana —en concreto: en la cristiandad— podemos hallar una
oposición tan prolongada, tan sórdida y al mismo tiempo tan necesaria para
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un progreso social.
El propio Lagarde traza su teoría. En el seno de la Iglesia católica, nos dice, ha existido siempre una tensión entre el Estado clerical y el Estado laical. Mientras este último se encontraba todavía muy incipiente, el pro- blema quedó enterrado o sólo con manifestaciones esporádicas. En cambio, llega un momento en que
«los poderes seculares van a disputar en pie de igualdad a la Iglesia las atribuciones que ésta ejerce en el orden social, bien por su propia constitución, bien por seculares costumbres» {2).
Tal eclosión de un nuevo «poder» social cree verla Lagarde en los. si- glos XII y XIII. No es algo sin contexto histórico la Encíclica de Federico- II exhortando a la reforma de la Iglesia por un retorno al estado inerme de los primeros cristianos {3). Estamos tocando uno de los nervios más sensibles, si no del laicismo como sistema, sí por lo menos del «espíritu» laico: el deseo- de una Iglesia sin influencia ni intervención en la esfera de lo temporal.
Con Lagarde, piensa también Trotabas que
«... el laicismo ha nacido en un conjunto de fuerzas, oponiendo Es-
El fenómeno^ sociológico que se ha denominado «laicismo», objeto del presente trabajo, ha sido tema preferido de innumerables estudios. Su aho- ra mayor que nunca actualidad hace que se multipliquen los esfuerzos y la dedicación de los especialistas por elucidar sus raíces, encontrar sus más. tempranas manifestaciones, detectar sus más íntimas pretensiones, aquila- tar, en fin, el exacto alcance y sentido de sus proposiciones.
América latina también ha experimentado la necesidad de un lúcido análisis del laicismo que ha crecido en sus fronteras. Hay de por medio un interrogante apasionante: ¿Ofrece el laicismo latinoamericano manifes- taciones desconocidas en latitudes europeas? ¿Aporta elementos autóctonos al «modo de ser» laico? Naturalmente, no es la primera página de este estudio el lugar apropiado' para una respuesta. Sólo hemos querido consig- nar la intención que nos va a acompañar, en profundidad, a lo largo de nuestra investigación.
Por los motivos que acabamos de señalar en la advertencia introductoria, nos hemos tenido que limitar al laicismo ecuatoriano. Sin embargo, antes de adentrarnos en él es necesaria una mirada panorámica para insertar en ella la parcela d e nuestro estudio.
Para evitar divagaciones e imprecisiones, que nos desorientarían, pre- gúntemenos desde la primera página; ¿Qué es el laicismo? Según el es- pecialista belga Lagarde, podemos hablar de laicismo' desde el momento en que se distingue entre
«el poder espiritual y el poder temporal, entre la autoridad religiosa EL LAICISMO EN El, KCÜADOR: ASPECTOS HISTÓRICOS
y la autoridad política; una, encarnada por el clero; la otra, por los príncipes o magistradcs seglares» (i).
Notemos ya desde ahora la oposición: clero-seglar. Tal binomio será decisivo para la comprensión del laicismo. La dualidad podrá ser entendida como mera distinción, como prevalencia de uno sobre otro-, como apéndice uno de otro, como dos órdenes mutuamente desconocidos. Pero en cualquier caso, y como condición que los posibilita, tendremos una irreductibilidad:
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estrato clerical, estrato civil, seglar. Por ello se ve ya claramente que nos
encontramos ante un fenómeno netamente cristiano: de hecho, sólo en la
sociedad cristiana —en concreto: en la cristiandad— podemos hallar una
oposición tan prolongada, tan sórdida y al mismo tiempo tan necesaria para
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un progreso social.
El propio Lagarde traza su teoría. En el seno de la Iglesia católica, nos dice, ha existido siempre una tensión entre el Estado clerical y el Estado laical. Mientras este último se encontraba todavía muy incipiente, el pro- blema quedó enterrado o sólo con manifestaciones esporádicas. En cambio, llega un momento en que
«los poderes seculares van a disputar en pie de igualdad a la Iglesia las atribuciones que ésta ejerce en el orden social, bien por su propia constitución, bien por seculares costumbres» {2).
Tal eclosión de un nuevo «poder» social cree verla Lagarde en los. si- glos XII y XIII. No es algo sin contexto histórico la Encíclica de Federico- II exhortando a la reforma de la Iglesia por un retorno al estado inerme de los primeros cristianos {3). Estamos tocando uno de los nervios más sensibles, si no del laicismo como sistema, sí por lo menos del «espíritu» laico: el deseo- de una Iglesia sin influencia ni intervención en la esfera de lo temporal.
Con Lagarde, piensa también Trotabas que
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