Aspectos positivos y negativos del capitalismo
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Lo positivo.
La constitución de un mundo capitalista nos muestra un mundo más cómodo, lleno de comodidades quizás.
Y es que conocemos a la globalización como producto del capitalismo. Y con ella nos agraciamos con bienes cada vez más complacientes.
Los adelantos médicos sofisticados curan enfermedades cuyo remedio antes fuera impensable; las prótesis cada vez son más efectivas; las pastillas anticonceptivas pasan de ser pastillas preventivas, a correctivas. Las cirugías no utilizan más navajas y los efectos producidos por la intervención es efímero.
La población tiene una participación activa en las decisiones que constituyen al Estado, y la presencia popular es clara al crear ONG’s, por medio de las cuales se consideran los aspectos que afecten a la misma población, rescatando culturas, valores, tradiciones; fomentando la creatividad y la solidaridad; el amor a la patria.
La educación se postra a la altura de las grandes universidades alrededor del mundo, y los estudiantes salen, por lo tanto, mejor preparados.
La investigación surge como un tema que motiva a más personas y se preocupan no solo por la cuestión científica, sino por la social, la humanista, la religiosa, etc.
Lo negativo.
Las comodidades que nos crea el capitalismo están acabando con la ecología, con el medio ambiente, con nuestro entorno natural. Por más que dicen preocuparse –los empresarios– por resolver estos problemas, solo vemos que la avaricia sobrepasa los adelantos “ecologistas”.
Consideramos que los bienes a los que nos aferramos como si en verdad fueran necesidades de urgencia humana, cuando no nos damos cuenta que resultan un exceso.
Los hospitales que tienen grandes sistemas son exclusivos para unos cuantos, el resto está obligado a padecer penurias increíbles en el penoso mundo de los hospitales federales o estatales, donde se trata al paciente como algo y no como alguien, pues piensan –tontamente– que ese paciente no ha contribuido, cuando ese servicio ya ha sido pagado por medio de los impuestos.
El Estado es tan incompetente, que acepta que la creación y existencia sustentable de ONG’s le ayudan enormemente a su labor. La autoridad del gobernante deja de ser general para ser aplicada a unos cuantos. De aquí se sigue que muchos vivales faltos de ética se mantienen del erario complaciendo a la muchedumbre con fanatismos, ya sea religiosos, políticos, antipolíticos, antirreligiosos.
Unos cuantos tienen acceso a la mejor educación –pensemos que muchos no pueden tener siquiera educación– y muchos de éstos primeros saldrán del país o laborarán en empresas extranjeras.
Los investigadores se empeñarán por hacer del capitalismo lo mejor, el problema es qué entienden ellos por “mejor”.
La constitución de un mundo capitalista nos muestra un mundo más cómodo, lleno de comodidades quizás.
Y es que conocemos a la globalización como producto del capitalismo. Y con ella nos agraciamos con bienes cada vez más complacientes.
Los adelantos médicos sofisticados curan enfermedades cuyo remedio antes fuera impensable; las prótesis cada vez son más efectivas; las pastillas anticonceptivas pasan de ser pastillas preventivas, a correctivas. Las cirugías no utilizan más navajas y los efectos producidos por la intervención es efímero.
La población tiene una participación activa en las decisiones que constituyen al Estado, y la presencia popular es clara al crear ONG’s, por medio de las cuales se consideran los aspectos que afecten a la misma población, rescatando culturas, valores, tradiciones; fomentando la creatividad y la solidaridad; el amor a la patria.
La educación se postra a la altura de las grandes universidades alrededor del mundo, y los estudiantes salen, por lo tanto, mejor preparados.
La investigación surge como un tema que motiva a más personas y se preocupan no solo por la cuestión científica, sino por la social, la humanista, la religiosa, etc.
Lo negativo.
Las comodidades que nos crea el capitalismo están acabando con la ecología, con el medio ambiente, con nuestro entorno natural. Por más que dicen preocuparse –los empresarios– por resolver estos problemas, solo vemos que la avaricia sobrepasa los adelantos “ecologistas”.
Consideramos que los bienes a los que nos aferramos como si en verdad fueran necesidades de urgencia humana, cuando no nos damos cuenta que resultan un exceso.
Los hospitales que tienen grandes sistemas son exclusivos para unos cuantos, el resto está obligado a padecer penurias increíbles en el penoso mundo de los hospitales federales o estatales, donde se trata al paciente como algo y no como alguien, pues piensan –tontamente– que ese paciente no ha contribuido, cuando ese servicio ya ha sido pagado por medio de los impuestos.
El Estado es tan incompetente, que acepta que la creación y existencia sustentable de ONG’s le ayudan enormemente a su labor. La autoridad del gobernante deja de ser general para ser aplicada a unos cuantos. De aquí se sigue que muchos vivales faltos de ética se mantienen del erario complaciendo a la muchedumbre con fanatismos, ya sea religiosos, políticos, antipolíticos, antirreligiosos.
Unos cuantos tienen acceso a la mejor educación –pensemos que muchos no pueden tener siquiera educación– y muchos de éstos primeros saldrán del país o laborarán en empresas extranjeras.
Los investigadores se empeñarán por hacer del capitalismo lo mejor, el problema es qué entienden ellos por “mejor”.
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