Así como el mundo de hoy invita al consumismo y a la búsqueda de una vida fácil, Dios nos llama y nos hace llegar a su invitación. La invitación que Dios nos hace no es propiamente para gozar la vida sin más; es una invitación a la felicidad, pero a una felicidad duradera, a una felicidad que perdura. Todos los días Dios nos llama a ser felices, no en el egoísmo sino en el amor, no en el libertinaje seno en el compromiso por los demás.
El llamado concreto que Dios nos hace para vivir como hijos suyos. Todos los hombres estamos llamados por Dios, pero acá uno de nosotros tiene una misión especial de acuerdo con los dones recibidos.
Como el Señor de la vida Dios nos llama a ser sus hijos, a vivir plenamente, a trabajar en el mundo que es su vida, a caminar hacia el nombre del amor
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