articulo de opinion sobre el cambio climatico
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Artículos de opinión
El cambio climático, una “excusa” para salvar la brecha Norte- Sur
Emilio Martín (Ecología y Desarrollo)
Espacio 3 11/02/2006
Tema: Energía y cambio climático
Una de las características que diferencian al cambio climático de otros problemas medioambientales es su condición de globalidad. Esto implica que aunque son mayoritariamente los países más desarrollados los que contribuyen en mayor medida a agravar el problema, con la emisión de gases de efecto invernadero, las consecuencias están afectando a todo el planeta, con la paradoja de que son los más desfavorecidos los que más lo están sufriendo debido a su menor capacidad de adaptación.
De entre las consecuencias del cambio climático, las más preocupantes son las que afectan a la salud humana y a los recursos hídricos. El aumento de la temperatura media global está creando condiciones más favorables para la propagación de enfermedades y vectores de contagio cuya actividad es máxima en los meses más cálidos. La Organización Mundial de la Salud, en su Informe sobre la salud en el mundo 2002, estimó que el cambio climático fue responsable en el año 2000 de aproximadamente el 2,4% de los casos de diarrea en todo el mundo y del 6% de los casos de paludismo en algunos países de ingresos medios. Por otra parte, los fenómenos climáticos extremos, en forma de sequías, olas de calor, o inundaciones han aumentado su gravedad y frecuencia a lo largo de los últimos años. Nuevamente son las poblaciones de los países en vías de desarrollo las más vulnerables a estos efectos, con una menor capacidad de adaptación, peores infraestructuras de salud pública y con unos daños económicos proporcionalmente mayores.
También son la disminución de precipitaciones junto al aumento de temperatura global, ambos factores consecuencias del cambio climático, los causantes de una rápida y continua disminución de los glaciares en buena parte del planeta. Los glaciares representan para zonas como el Himalaya o el área andina en América del Sur las únicas grandes fuentes de agua potable, por lo que su pérdida causaría una grave crisis hídrica para las poblaciones y la biodiversidad de estos lugares. Algunos r íos asiáticos, como el Yangtsé y el río Amarillo en China, el Ganges en La India, el Indo en Pakistán, el Brahmaputra en Bangladesh y el Irrawaddy en Birmania están mayoritariamente abastecidos por agua proveniente de glaciares. Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, un tercio de los glaciares del mundo podrían desaparecer hacia el año 2050 y la mitad para alrededor de 2100.
Combatir el cambio climático es fundamentalmente una responsabilidad de los países ricos, mediante la reducción local de emisiones de gases de efecto invernadero y facilitando a los países en fase de desarrollo, que puedan llevarlo a cabo de una manera limpia. Tal vez así, el cambio climático se convierta también en la “excusa” para disminuir la brecha entre el Norte y el Sur.
Respuesta:
¿Usted es de las que creen en el cambio climático?- le preguntaron a una amiga que pasaba por inmigración en el aeropuerto de Houston, tan pronto se enteraron de que trabajaba para el sector ambiental.
–Sí– respondió tímidamente.
El funcionario la miró incrédulo.
-¡Pero si eso es una mentira! El presidente Trump no cree en el cambio climático.
Ella guardó silencio mientras le sellaban el pasaporte.
Según una encuesta realizada por Pew Research Center en 2016, 31 por ciento de los adultos en Estados Unidos no cree que el hombre esté causando el cambio climático y el 20 por ciento cree que ni siquiera hay evidencia suficiente para probar la existencia de este fenómeno. Algo similar sucede en todos los países del mundo.
Yo misma he tenido discusiones en las que mi interlocutor pide que respete su opinión sobre el cambio climático. Esto parece incomprensible cuando el 97 por ciento de la comunidad científica global afirma que la influencia de las actividades humanas en la alteración del sistema climático global es irrefutable.
La gran mayoría de escépticos no tienen una opinión científica para desacreditar la evidencia. Simplemente no creen por desconocimiento, confusión, miedo, desinterés, indiferencia o ingenuidad. No los culpo. No es fácil dimensionar que la vida tal como la conocemos en la Tierra podría cambiar radicalmente en cuestión de décadas. El cambio climático sigue siendo un tema complejo, y los que nos dedicamos a difundirlo muchas veces fracasamos en el intento. ¿Por qué?
Hay varias razones. Hablamos en un lenguaje complejo y sofisticado que puede resultar excluyente. Mitigación, adaptación, resiliencia, efecto invernadero, acidificación, presupuesto de carbono: son conceptos que usamos con naturalidad, pero que fuera del nicho ambientalista, pocos entienden. Nos hemos plagado de siglas -IPCC, CMNUCC, COP– que a duras penas podemos pronunciar.
Nos apegamos a cifras que para muchos no dicen nada. La referencia a los 2°C lo ejemplifica perfectamente. En el Acuerdo de París, los países se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura global promedio muy por debajo de los 2°C. Por eso, este número se ha acuñado en medios como la línea roja entre un futuro seguro y aquel con consecuencias graves e impredecibles.
Sin embargo, pocas veces explicamos cómo, con ese aumento de temperatura, desaparecerían los páramos, que proveen de agua al 70 por ciento de los colombianos; se derretirían los seis nevados que aún quedan en el país y se perderían los corales del Caribe que nos proveen de alimento. Es clave evidenciar los impactos y atarlos a un contexto local para que las personas se involucren. Si esto no se hace, 2°C parece un dato insignificante. Al fin de cuentas, suena como si su mayor consecuencia fuera un cambio de vestuario, por ejemplo, ropa más ligera en Bogotá.
Otro desafío es no caer en el alarmismo. Lo confieso, es muy difícil. Sobre todo porque a medida que leemos y estudiamos sobre cambio climático, muchos nos convencemos de que es la mayor amenaza del siglo. Pero dar ese mensaje es contraproducente.
Los lectores se alejan con mensajes apocalípticos. Por un lado, parecen exageraciones de un grupo activista predicando el fin del mundo. Por otro, dejan al lector en un estado de impotencia. Si ya no hay nada que hacer, ¿para qué preocuparse? Mejor disfrutar la fiesta mientras dura.
Muchos ciudadanos quieren empoderarse como actores de cambio, quieren sentir que el cambio climático es reversible. Y lo es. Por eso, tenemos que reevaluar nuestra forma de comunicar y contar historias, para que generen un vínculo y comprometan a las personas. Si el presidente Donald Trump fuera consciente del enorme riesgo financiero que significa para su emporio salirse del Acuerdo de París, jamás lo hubiera hecho. Pero Trump, con la terquedad incrustada por 70 años, es un caso perdido. Afortunadamente, o al menos eso quiero pensar, muchos de los escépticos no lo son.