Aristóteles afirma que la unión de cuerpo y alma es accidental justifica tu respuesta .
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Respuesta:
La clara separación establecida por Platón entre mundo sensible e inteligible se traduce en su antropología en una separación entre cuerpo y alma.
La teoría pitagórica sobre la inmortalidad y transmigración de las almas está muy presente en su reflexión filosófica. Platón afirma que el cuerpo es una cárcel para el alma porque entiende que el cuerpo y el alma son dos realidades heterogéneas, tanto por su naturaleza como por su origen. El cuerpo es de naturaleza material, pertenece al mundo sensible, es compuesto, mudable, divisible, mortal. El alma es de naturaleza espiritual, se relaciona y pertenece al mundo inteligible, se asemeja a lo divino, es simple, inmortal.
“-Considera ahora, Cebes –prosiguió-, si de todo lo dicho no resulta que es a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que siempre se presenta en identidad consigo mismo y de igual manera, a lo que más se asemeja el alma, y si, por el contrario, es a lo humano, mortal, multiforme, ininteligible, disoluble, y que nunca se presenta en identidad consigo mismo, a lo que, a su vez, se asemeja el cuerpo. (…) ¿No le corresponde al cuerpo el disolverse prontamente y al alma, por el contrario, el ser completamente indisoluble, o el aproximarse a ese estado?” (Fedón, 79, e)
La unión entre alma y cuerpo es accidental, como la que se establece entre el timonel y el barco, pero además, es forzada. El cuerpo es una cárcel para el alma. Por eso, mientras el alma permanece unida al cuerpo anhela liberarse de las ligaduras que la atan a lo sensible y retornar a su origen primitivo, cuando convivía con las Ideas en el mundo inteligible.
Platón define el alma como principio que se mueve a sí mismo y fuente de movimiento: el alma da vida y gobierna al cuerpo:
“Todo cuerpo, en efecto, que recibe de fuera su movimiento es inanimado, mientras que el que lo tiene dentro y lo recibe de sí mismo es animado, porque es ésta la naturaleza del alma. Y si esto es así, si lo que mueve a sí mismo no es otra cosa que el alma, necesariamente será el alma ingénita e inmortal” (Fedro, 245)
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