Castellano, pregunta formulada por estebanperezsaenz8, hace 4 meses

Argumenta tu posición frente a si realmente Alonso Quijano estaba loco o no,
en tres párrafos.

Respuestas a la pregunta

Contestado por luisita1950
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Respuesta:

Explicación:

La falsa locura de Alonso Quijano

JOSÉ SARAMAGO

21 MAY 2005 - 17:00 COT

Démosle la vuelta a la medalla y veamos qué hay detrás.

Dice Cervantes, el famoso y nunca demasiado leído autor de Don Quijote, nada más empezar su cuento, que un cierto hidalgo de La Mancha, de nombre Alonso Quijano, hombre de escasos haberes pese la relativa nobleza de su condición social, había perdido el juicio por efecto del mucho leer y mucho imaginar. Es cierto que las palabras que Cervantes escribió no fueron exactamente ésas, pero unas y otras, como se verá a continuación, acaban en el mismo punto. De hecho, entre el poco dormir y el mucho leer, razón por la que a Quijano se le secó el cerebro, según el autor, y el mucho leer y mucho imaginar, la diferencia no es grande. Quien lee, imagina, y si por mucho leer, duerme poco, parece evidente que tendrá tiempo para imaginar más. Verdaderamente, no creo que conste en los archivos psiquiátricos ningún caso de alguien que se haya vuelto loco por haber leído, aunque mucho, y por haber imaginado, aunque en exceso. Muy al contrario, leer e imaginar son dos de las tres puertas principales (la curiosidad es la tercera) por donde se accede al conocimiento de las cosas. Sin antes haber abierto de par en par las puertas de la imaginación, de la curiosidad y de la lectura (no olvidemos que quien dice lectura dice estudio), no se va muy lejos en la comprensión del mundo y de uno mismo.

Cuando Cervantes afirma tan perentoriamente que Alonso Quijano perdió la razón (así está escrito con todas las letras, no se puede ni negar ni arrancar la página reveladora), está diciendo que Don Quijote de La Mancha, en resumidas cuentas, no es nada más que el loco de Quijano y, por tanto, sin la locura del insignificante hidalgo rural nunca habría existido el caballero andante. Pregunta la inquieta curiosidad: "¿Podría Cervantes haber hecho vivir al sobrio y pacífico Alonso Quijano las atribuladas aventuras que le esperan al justiciero Don Quijote?". La respuesta sólo puede ser ésta: "Sí y no". "Sí", porque, obviamente, tal decisión sería la consecuencia lógica y natural de la libertad que asiste a cualquier autor para hacer con sus personajes lo que mejor entienda, pero, al mismo tiempo, tendrá que ser "no", ya que los contemporáneos de Cervantes se negarían a admitir, con toda probabilidad, que alguien en su sano juicio anduviera en asuntos de caballerías por esos mundos de Dios y en esos tiempos, dando y recibiendo lanzadas a cada paso (para su infortunio, más recibiendo que dando), haciendo oídos sordos a la sabia prudencia de los consejos de Sancho Panza, su fiel escudero y, como se verá al final del cuento, su único y verdadero amigo. No creo que sea demasiado atrevimiento imaginar a Cervantes sin saber cómo empezar la increíble historia que quería contar, dándole vueltas en la cabeza y llegando por fin a la conclusión de que sólo existía una manera, una sola, de persuadir a los futuros lectores para que acaben aceptando sin exigencias ni desconfianzas los comportamientos delirantes de Quijote, y esa única manera era enloquecer a Quijano. Incluso es posible, si se me permite esta hipótesis adicional, que la obra no hubiera llegado a existir sin la hábil estrategia narrativa de Cervantes, que, al acomodarse a los preconceptos y a las supersticiones de su época, pudo luego extraerles todo el jugo y todo el provecho.

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