Filosofía, pregunta formulada por Vale4549, hace 9 meses

Argentina en la guerra fría entre 1945-1955

Respuestas a la pregunta

Contestado por lauravanessamo34
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Respuesta:

Aunque Juan Domingo Perón endosó el Pacto de Río de Janeiro –un instrumento para la política externa de EE.UU. contra la Unión Soviética– no otorgó bases militares a los estadounidenses, ni se supeditó a los dictados de Washington a través de la OEA. Una de sus primeras medidas cuando asume la presidencia, el 4 de junio de 1946, fue reanudar las relaciones con la Unión Soviética, cortadas desde los tiempos de la Revolución bolchevique de 1917. Firmó importantes convenios económicos con Moscú para exhibir su independencia en tiempos que casi toda Latinoamérica rompía relaciones con la URSS, pero nunca estos instrumentos superaron algo su formalidad; y muchas veces visitantes de la embajada eran detenidos, como le ocurrió al músico Atahualpa Yupanqui y al escritor Alfredo Varela bajo la acusación de “orinar” en la calle.

No es sencillo delimitar que actos represivos del peronismo contra sus opositores derivaban de su concepción del Estado o debido al clima contra el comunismo, ora lavado, ora explícito. Por una detención en un mitín comunista pasé una semana en la cárcel de Devoto y por otra actividad dos días en una comisaría. Estas detenciones ingresaron a mi prontuario y por una norma, escrita o no, que aplicaban las Fuerzas Armadas en esos años, los jóvenes comunistas con antecedentes eran derivados a regimientos de castigo casi sin francos. Me destinaron a un regimiento de Caballería en Ordóñez, Córdoba. Cosas de la vida: el jefe de la Unidad era el entonces mayor Juan Carlos Onganía: sospechado de disidente, recibió el castigo de comandar un regimiento menor.

Allí, por orden superior fui desplazado de atender el “estratégico” teléfono por el inspector de la oficina de Remonta y Veterinaria, el entonces coronel Imaz. Destino y sanción se explica por el clima de Guerra Fría. Una prisión de seis meses en 1954-55, por mi participación en una huelga universitaria, derivaba por el enfoque oficialista hacia la disidencia y podría entenderse que el clima represivo sistémico se mezclaba con la época de tensiones internacionales. El clima se sentía ante cualquier trámite estatal, particularmente en el de renovar el pasaporte. Nunca lo logré en esos tiempos en menos de mes y medio de gestión auxiliada por alguna recomendación.

Derrotado el peronismo, el enfoque anticomunista se agravó y la filosofía del “enemigo interno” que comenzaron a aplicar los militares, no tuvo solamente al PCA en la mira –hasta esos años, el referente marxista–, sino que incorporó, con matices, al peronismo, particularmente a su ala más combativa que protagonizó los tiempos de la Resistencia. El clima de Guerra Fría se hizo más ostensible desde esos momentos. Las Fuerzas Armadas pasaron a ser la garantía de la pertenencia al “Occidente libre y cristiano” y cada acto de los pocos tiempos constitucionales era puesto a la luz de esa concepción reaccionaria.

Le ocurrió al condicionado gobierno de Arturo Frondizi, que al intentar zafar de esa lógica fue hostigado por la elite económica y militar que utilizó el anticomunismo para impedir las concepciones desarrollistas que pretendían adoptar una política exterior independiente. Cualquier intento para incrementar la cooperación económica o tecnológica con el llamado campo socialista o tratar de aumentar los vínculos comerciales con Pekín se denostaba como una “traición a Occidente” desde Washington. La ruptura con Cuba en 1962 sacada a los empujones hizo estallar definitivamente la pretensión de una política externa autónoma. Algo se morigeró cuando Arturo Illia fue presidente, pero fue rectificado el dictador Onganía y su visión de las “fronteras ideológicas”.

Desde la caída de Frondizi la política –de hecho, dirigida por las FF.AA.– tuvo la impronta de “los cruzados de Occidente”. Solo después de la caída del gobierno radical en 1966, y de los meses posteriores al régimen de la Revolución Argentina, se vivieron momentos que trataban de zafar de la lógica de la Guerra Fría.

He sido corresponsal extranjero de agencias de países del Este y periódicos de izquierda desde 1960. Como no lograba acreditarme le pedí mediara a la diputada Marisa Liceaga, que le llevó la inquietud a Frondizi. “Que trabaje pero que no pida acreditación”, me mandó decir. Hubo conferencias que como corresponsal de la agencia TASS no me dejaban cubrir. Solo por mi inserción en el medio periodístico se me permitió modificar con el tiempo la situación, pero siempre con algún acoso, hasta incluso con el presidente Raúl Alfonsín. Bajo la dictadura trabajé vigilado: me pusieron en una “lista negra”.

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