¿aquel capataz tendría un espíritu filosófico o no?
Respuestas a la pregunta
Respuesta: ArribaAbajoNota preliminar
Bajo el patronato de La Casa de España en México, dio uno de los firmantes unas conferencias, con el título de Filosofía de la Filosofía, en el mes de octubre próximo pasado. Estas conferencias movieron al otro de los firmantes a comentarlas en un artículo que apareció en la revista Hoy y que fue publicado también en un folleto. El conferenciante dirigió al autor del artículo una carta, que fue publicada en la misma revista, a petición hecha al remitente por el destinatario y otras personas interesadas. El destinatario contestó a esta carta con otro artículo en la misma revista, al que el conferenciante respondió con una nueva carta que ya no fue publicada.
Pensamos, sin embargo, que podía ser instructiva la publicación de este diálogo en un volumen, abierto con un resumen de las conferencias1 y cerrado con una última —10→ réplica a la segunda carta y dos artículos inéditos en que los firmantes exponen de una manera directa y en la forma más didáctica posible, la idea que cada uno de ellos tiene de la filosofía. A este pensamiento responde la edición de este volumen.
Sólo nos queda expresar nuestro agradecimiento a La Casa de España en México por la acogida dispensada a nuestra proposición de que el volumen fuera editado por esta institución, órgano y ejemplo de la más veraz cooperación entre la intelectualidad de España y la de la América española, ambicion del volumen mismo.
Explicación: (Del latín “spiritus”, literalmente: soplo, aire finísimo, hálito, aliento, olor.) Concepto que, en el amplio sentido de la palabra, es idéntico a los conceptos de lo ideal, de la conciencia como forma suprema de la actividad psíquíca; en el sentido estricto del término, es equivalente al concepto de pensamiento. En la historia de la filosofía se diferencian el espíritu subjetivo (sujeto, personalidad, individuo) –cuya absolutización lleva al idealismo, subjetivo– y el espíritu objetivo (conciencia social, objetivación de las facultades humanas) que conduce –si se sostiene su carácter primario– al idealismo objetivo. La filosofía grecorromana de la Antigüedad concebía el espíritu como activídad teórica (para Aristóteles, por ejemplo, la forma superior de la actividad del espíritu es el pensar sobre el pensamiento, el placer de teorizar). Sin embargo, también se entiende el espíritu como principio suprarracional cognoscible inmediata e intuitivamente (Plotino). Este punto de vista entronca con la religión, según la cual el espíritu es Dios, una esencia sobrenatural, susceptible de ser únicamente objeto de la fe. La filosofía clásica alemana subrayaba el carácter activo del espíritu, lo veía como actividad de la autoconciencia. Así, Hegel concebía el espíritu como unidad de la autoconciencia y de la conciencia, unidad que se realizaba en la razón; como unidad entre la actividad práctica y la teórica del espíritu sobre la base de la práctica: el ser del espíritu es su hacer aunque este hacer es interpretado sólo como conocimiento. El espíritu, según Hegel, supera lo natural y se eleva hasta sí mismo en el proceso del autoconocimiento. La filosofía materialista considera al espíritu como lo secundario respecto a la naturaleza. Para los materialistas de la antigüedad, el espíritu es la parte más racional del alma, derramada por todo el cuerpo. Los materialistas de los siglos XVII-XVIII (Hobbes, Locke, La Mettrie) concebían el espíritu sólo como una variedad del conocimiento sensorial. El materialismo dialéctico no reduce lo espiritual a la simple suma de sensaciones y rechaza la representación del espíritu como de algo que existe con independencia de la materia. Lo espiritual es función de la materia altamente organizada, es resultado de la actividad práctica material, histórico-social de los hombres. La vida espiritual de la sociedad –conciencia social– aparece como reflejo del ser social. Al mismo tiempo, influye de manera activa sobre éste, sobre la actividad práctica de la humanidad. El concepto de espíritu también se emplea en sentido metafórico como sinónimo de esencia: espíritu de la época, espíritu del tiempo (cfr. alma