Anita acababa de cumplir once años
y estaba en el primer lugar de su clase
en la escuela. Además de ser muy
aplicada en el estudio, su maestra, la
señorita Córdova, admiraba lo buena y
cariñosa que era.
Anita siempre estaba lista para limpiar
el pizarrón, para poner en orden los
libros, para abrir la puerta para la
señorita Córdova; y cuando sucedía que
Anita se encontraba con su profesora,
camino a la escuela, solicitaba permiso
para llevar
su maletín de libros. Anita ponía
atención durante la clase, y siempre
contestaba en un tono de voz bajo y
agradable. La señorita Córdoba la
observaba y pensaba que sería una
joven muy atractiva cuando tuviera unos
años más.
Cierta tarde la señorita Córdoba fue a
visitar a la señora Menacho, la mamá de
Anita, para pedir que la niña la
acompañase al día siguiente a una fiesta
que se haría para unos niños muy
pobres.
–Estoy segura que a Anita le encantaría
ir –dijo el señor Menacho–, voy a
pedirle que baje. Está en su cuarto
arreglando sus libros.
Se acercó al pie de la escalera y llamó
a su hija varias veces antes que Anita
contestara.
–Ven, Anita, deseo hablar contigodecía
el señor Menacho, disimulando su
vergüenza con la maestra.
Pasó un largo rato antes de que Anita
bajara las escaleras. Cuando se acercó a
la puerta de la sala gritó:
–¡Tanto que molestas! ¿No podías
esperar? Caminó hasta la sala y quedó
estupefacta, sonrojándose, porque
sobre un cómodo sillón de la sala estaba
sentada la señorita Córdova.
La profesora estaba muy triste. Pidió a
la pequeña que se acercara y le dijo:
–Anita, he quedado pasmada y adolorida
al ver cómo te portas con tu papá.
Anita querida, nunca debes hablar así
en tu casa. Acuérdate que tu papá te
ama con ternura y hace más por tu
bienestar que por cualquier otra
persona. Creo que sería bueno si fueras
con tu papá, le dieras un abrazo y le
pidieras perdón. Temo que tienes dos
clases de modales: uno para la casa y
otra para afuera. Siempre
he creído que el elogio más grande que
puede recibir una niña es que alguien
diga que es tan amable en su casa como
en otras partes.
Anita se mostró muy avergonzada.
Caminó a lo largo del cuarto hacia su
papá, y poniéndole los brazos alrededor
del cuello, le susurró:
–Papá querido, lo siento mucho. Jamás
volveré a hablarte tan groseramente.
Y cumplió su palabra.
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espero ayude dame corona plis
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