Filosofía, pregunta formulada por laale616, hace 1 mes

anecdotas de la filosofía ​

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Ludwig Wittgenstein, el genio extravagante

Otro que tal bailaba era Ludwig Wittgenstein, uno de los intelectuales más geniales de su generación. Como muchos otros grandes pensadores de la historia, su capacidad intelectual era directamente proporcional a su fuerte carácter, que le llevó a protagonizar algunas de las anécdotas más curiosas de la filosofía contemporánea y a llevar una relación de amor/odio con quien fue su “padrino filosófico”, Bertrand Russell.

Nacido en una de las familias más ricas de la Austria de la época, el dinero nunca tuvo ninguna importancia para él. Tanto es así que, cuando murió su padre, renunció a cualquier tipo de herencia, obligando a sus hermanos a prometer que nunca, jamás, recibiría su parte.

El carácter de Wittgenstein era tal que logró ser insoportable para la mayor parte de sus compañeros de Cambridge, donde estudió y ejerció como profesor. Defendía sus posturas con tal vehemencia y arrogancia que no fueron pocos los que concluyeron que era una completa pérdida de tiempo discutir con él, pues no escuchaba ni prestaba atención a ninguna de las opiniones en contra. Wittgenstein tenía una pasión filosófica equivalente a la de Beethoven con la música.

Durante la Primera Guerra Mundial, en la que participó en el bando alemán trasladando heridos, Wittgenstein dio varias muestras de gran valor, tanto que parecía sorprendente para quienes le rodeaban. No parecía temer a la muerte. Es más, casi parecía que la buscaba. Y es que, en efecto, parecía haber perdido el deseo de vivir, siendo a lo largo de su vida recurrentes los periodos en los que tanteaba la idea de suicidarse. Durante el conflicto, leyó la obra de Tolstoi Breve explicación del Evangelio, en la que el escritor ruso afirma que la felicidad no puede ser alcanzada por la razón, sino por la fe. Este libro se convirtió para él en un fetiche que llevaba a todas partes, pero también en una fuente de dolor, pues era consciente, por su mente especialmente racional, de que él nunca podría “creer por creer” y, por tanto, nunca podría ser feliz.

Especialmente famosa fue su discusión con otro peso pesado de la filosofía contemporánea, Karl Popper. Sucedió el 25 de octubre de 1946. Por aquel entonces, los postulados de Wittgenstein y Popper era completamente distintos. Para el primero, no existían problemas filosóficos propiamente hablando, sino que solo existían acertijos, puzles y adivinanzas, siendo la misión principal del filósofo la de limpiar el lenguaje de impurezas psicológicas y convicciones religioso-ideológicas que lo enturbiaban. Contrario a eso era Popper, quien pensaba que eso convertiría a la filosofía en una mera rama de la lingüística. Para él, el deber del filósofo era otro: buscar respuestas y explicaciones para las angustias y problemas que asediaban a la humanidad.

Aquella noche, Wittgenstein presidía una reunión en el Club Moral de la Universidad de Cambridge, a la que había sido invitado Popper, con un debate en torno al tema que los enfrentaba: ¿hay problemas filosóficos? Durante la exposición de Popper (quien defendía que sí había problemas propiamente filosóficos), Wittgenstein interrumpió gritando, lo que hizo que Popper subiera aún más la voz. Para acentuar su postura, Wittgenstein tomó un atizador de chimenea y blandiéndolo ante su compatriota (ambos eran austríacos) exigió: “¡Deme usted un ejemplo de regla moral!”. Popper respondió, tranquilamente: “No se debe amenazar a un conferenciante con un atizador”. Tras esto se hizo el silencio, seguido de un torrente de risas entre los asistentes que provocó que Wittgenstein, rojo de ira, abandonara la sala dando un portazo.

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