Castellano, pregunta formulada por freilimarsantiago29, hace 16 horas

análisis sobre la discriminación laboral por edad castellano , ensayo​

Respuestas a la pregunta

Contestado por Fhanax21
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Respuesta:

Durante las últimas décadas se han evidenciado cambios profundos en las dinámicas del mercado laboral. Desde la perspectiva demográfica, se observan nuevos roles de género asignados socialmente a las mujeres, con su inclusión exponencial en el empleo remunerado. Las estructuras familiares se han modificado de manera considerable y, por ende, las demandas de cuidado de la población. La dificultad de armonización del trabajo remunerado y no remunerado ha conllevado al incremento del subempleo femenino, lo cual implica que el trabajo productivo y reproductivo que realizan las mujeres se ha incrementado.

En este sentido, es evidente que el empleo remunerado se comparte al interior de la familia, mientras que el trabajo no remunerado sigue recayendo sobre las mujeres mayoritariamente. En este contexto, son apremiantes nuevas modalidades para enfrentar las tareas de cuidado, mediante el rediseño de servicios de cuidado y la corresponsabilidad de todos los miembros del hogar.

Rodríguez (2010) plantea una crítica contundente a la visión económica ortodoxa de la nueva economía del hogar, en la que el hogar se entiende como una unidad armoniosa, donde se conjugan eficazmente la corresponsabilidad de sus miembros, en el ámbito del trabajo productivo y en el de las tareas de cuidado. Por lo tanto, es imprescindible repensar el concepto de trabajo, ya que la productividad de los individuos se ha medido tradicionalmente en el mercado laboral; mientras que el trabajo del hogar permanece invisibilizado. La subordinación femenina deriva en la menor participación de las mujeres en el mercado de trabajo, así como el mayor acceso a empleos sin beneficios de ley en los que las barreras de entrada son bajas, pero que atañen una gran inestabilidad y las exponen a situaciones de explotación.

Debido a ello, es fundamental avocar hacia la concepción amplia que presenta la economía feminista, en relación con la necesidad de incluir en el estudio económico un entendimiento de las relaciones de poder y de desigualdad, inmersas en la creación de conocimiento, donde se corre el riesgo de que la comprensión de la realidad se encuentre sesgada por visiones androcéntricas que ocultan las asimetrías de las mujeres en diferentes ámbitos (Pérez, 2004).

Desde la visión de la economía feminista se ha planteado que la ciencia económica desconoce una parte esencial de las relaciones sociales que garantizan la subsistencia de la vida de los seres humanos. Así, para hablar de economía es imperativo ir más allá de la visión de la producción como medio para la reproducción de la sociedad; es decir, incluir la mirada del trabajo reproductivo y, en su conjunto, hablar de la sostenibilidad de la vida. Aproximación que ha sido estrechamente ligada a la dicotomía público-privado en la estructura social (Pérez, 2004; Carrasco, 2003).

De acuerdo con Quiroga (2009) , los trabajos domésticos, como parte de una economía del cuidado, hacen alusión a actividades que en su mayoría se realizan en el ámbito privado y, en general, están a cargo de mujeres. A su vez, el trabajo llamado productivo —retribuido con un salario y beneficios para el trabajador— se realiza en el ámbito público, con la diferencia de que tanto hombres como mujeres en las últimas décadas se encuentran desempeñando este rol, reflejando, en este caso, la sobrecarga de trabajo que recae sobre las mujeres.

Existen variables que permiten comprender la persistencia de las desigualdades entre hombres y mujeres; entre ellas: el sistema legal y normativo, la educación, las remuneraciones, así como las tendencias de ocupación, que se reflejan en la distribución sectorial, con las mujeres ocupadas principalmente en el sector de los servicios personales, la educación y la salud (Branchi y Figueiredo, 2013). Al referirse específicamente a los obstáculos que las mujeres enfrentan en el acceso al sistema laboral, Vásconez y Espinosa (2015) ocupan el concepto de “estructuras de restricción” (Kabeer, 2001), que pueden ser intrínsecas o impuestas.

Estas restricciones definen los modelos dominantes de masculinidad y feminidad, y, a su vez, los mecanismos con los que las instituciones reproducen la desigualdad (Vásconez y Espinosa, 2015). Al respecto, es importante considerar que cuánto más difícil sea conciliar el trabajo remunerado con el no remunerado, más reducida resulta la participación en la actividad económica y mayor la precariedad laboral (Vásconez y Espinosa, 2015). En este sentido, la informalidad es la opción más adecuada para las mujeres por la necesidad de recursos monetarios y la disponibilidad de tiempo para distribuirlo entre las actividades remuneradas y no remuneradas.


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