analisi o resumen del cuento de barrabas
Respuestas a la pregunta
Barrabás es una novela escrita por Pär Lagerkvist. La novela se basa en la leyenda bíblica de la liberación del famoso rebelde Barrabás en lugar de Jesucristo por motivo de la Pascua judía.
El escritor escandinavo, ganador del premio de la Academia, imagina la vida del subversivo después de su liberación: Barrabás cree que fue salvado para difundir el mensaje de Jesús, pero en su lucha religiosa no entiende el por·qué de las persecuciones ni el desinterés de Dios por evitarlas. El exconvicto busca desesperadamente una fe, pero permanece atrapado en su propia realidad. Aquí retrata la alienación del hombre en un mundo sin Dios.
Respuesta:
Tenía las barbas negras y pobladas como una lluvia, bajo unos ojos ingenuos de animal, y entre los nombres innumerables el suyo era Barrabás. Conocía los libros sagrados, era caritativo y respetuoso, guardaba el sábado y sabía que Jehová era terrible y poseía una muchedumbre de manos y en la punta de cada dedo un castigo. Un viento perezoso se derramaba sobre el patio y desbordaba entre las rejas del calabozo. Había allí gran cantidad de gentes hacinadas, ladrones, prostitutas, vagos, uno que otro perro de lanas lagañoso, y un soldado con armas que hacía la guardia caminando de un extremo a otro con rapidez, tal como si se propusiese dejar plegada una distancia muy larga.
El guardia continuó su paseo. El otro siguió en su vuelta monótona y Barrabás tornó a meterse aquella mirada torpe en el hueco de las manos. Pasado un rato volvió a llamar al guardia. Al hijo de Jahel.
También apareces complicado en el motín. Jahel lo ha dicho todo. Venías en la gran nube de gritos de los del motín y cuando los soldados los sorprendieron en la calle, tú, para salvarte, te entraste en la casa de ella por la ventana. Barrabás permaneció callado.
Bueno. No conozco a Jahel, ni conocí a su hijo, ni sé la cara que les modeló Jehová y esto es cierto como una vida. «Una noche, había tanta luna que parecía un día convaleciente, venía yo por las calles, caminando, como hacen los hombres cuando no tienen qué hacer. Cuando de pronto, siento desembocar en una esquina una turba de hombres con armas y gritos corriendo a todo correr. »
Corrían como cosas, no como hombres ¿sabes? no se fijaban en mí, ni gritaban mi nombre, entonces comprendí que si me alcanzaban habría de perecer bajo la lluvia de sus pies. Di vueltas sobre un lecho y caí en un rincón. El que dormía se despertó dando voces de alarma. « Desde mi rincón yo comprendía que me buscaban a mí.
Desde mi rincón yo comprendía que la de abajo había ocupado mi lugar. » ««Cuando vine a saber de mí y a regresar de aquella gran sorpresa, me llevaban por la calle atado entre el odio de las gentes. » Barrabás calló, viéndose las uñas con su gesto habitual. » El carcelero cortó el silencio.
El murmullo de las conversaciones de todas las gentes amontonadas en el calabozo se hacía denso como un coro. El viento sacaba un ruido de agua de los árboles del patio. El carcelero había quedado en cuclillas delante del preso. Repentinamente se le iluminó el rostro como si hubiese hecho un hallazgo.
Has cometido un delito. Tu muerte está justificada. Es un delito grave. ¿No estabas muerto?, parecía que la voz de la mujer salía de aquel tono violeta del cielo.
Y le corría las manos, como modelándolo por todo el contorno de la figura.
Un delito horrendo. Barrabás calló, dejándose posar la mirada sobre el borde de las uñas mugrientas y salvajes, como era su costumbre. Me salvó un delito. El hombre quedó en silencio un rato como ordenando sus ideas y luego prosiguió en su conversación con la lentitud de quien va sembrando.
Tenía sobre mí un gran crimen. Mi crimen era otro. Me lo dijo el carcelero. Y Barrabás quedó en silencio por un momento como si las palabras se le hubiesen despeñado en un abismo.
El otro reo era un pobre hombre flaco, con aspecto humilde, y con unos grandes ojos que le cogían media cara. Pero al volverme vi el rostro del otro prisionero que estaba humillado como si los gritos lo apedreasen y empecé a sentir lástima, porque pensé que en el martirio aquel hombre sufriría más que yo.
«Igual que al través de una tiniebla vi al Gobernador que se lavaba las manos en un jarro, como hacen los hombres después que han comido.»Me soltaron las cadenas, y caí entre aquella resaca de gentes como un madero. «Y ahora, mujer, quiero que me digas. Sin esperar respuesta salió al camino que se hundía en los ojos de la mujer. El cielo estaba sembrado de violetas y Barrabás se destacaba en su fondo como un bloque de piedra desbastado a hachazos.
Explicación: