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The long, nameless note of a distant nyote the stilly pulsing
thrill of tireless insects in trees strange cries of night in
different from those of the binds of clay the drone of great hun
dering beetles, and all that mysterious cons of small souls
that seem always to have been but halt heun when they have
suddenly caused as if conscious of an indiscretion. It noth
ing of all this was notal in that company, its members were
not overmuch addicted to idle interest in matters of no practi
cal inportance that was obvious in every line of their rugged
faces-obvious even in the dim light of the single candle They
were evidently men of the vicinity-farmers and woodmen
The person reading was a trifle different one would have said
of him that he was of the world, worldly, albeit there was that in
his attire which attested a certain fellowship with the organisms
of his environment. His coat would hardly have passed muster
in San Francisco: his footgear was not of urban origin, and the
hat that lay by him on the floor (he was the only one uncov
ered) was such that if one had considered it as an article of mere
personal adornment he would have missed its meaning. In
countenance the man was rather prepossessing, with just a hint
of sternness: though that he may have assumed or cultivated,
as appropriate to one in authority. For he was a coroner. It was
by virtue of his office that he had possession of the book in
which he was reading it had been found among the dead man's
effects-in his cabin, where the inquest was now taking place
When the coroner had finished reading he put the book into
his breast pocket
. At that moment the door was pushed open
and a young man entered. He clearly was not of mountain
birth and breeding he was dad as those who dwell in cities
His clothing was dusty however, as from travel. He had, in fact,
been riding hard to attend the inquest.
The coroner nodded no one else greeted him
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
UN
La nota larga, sin nombre de una ny distante, nota el latido quieto
emoción de incansables insectos en los árboles, extraños gritos de la noche en
diferente de los de las ataduras de arcilla el zumbido del gran hun
dering escarabajos, y todos esos misteriosos contras de las almas pequeñas
que parecen haber estado siempre detenidos cuando han
causada repentinamente como si fuera consciente de una indiscreción. Es nada
De todo esto era notal en esa empresa, sus miembros estaban
no demasiado adicto al interés ocioso en asuntos sin práctica
importancia que era obvia en cada lnea de su
rostros obvios incluso en la tenue luz de la única vela.
evidentemente eran hombres de la vecindad-granjeros y leñadores
La persona que leía era un poco diferente, habría dicho
de él que era del mundo, mundano, aunque había eso en
su atuendo que atestiguaba cierta comunión con los organismos
de su entorno. Su abrigo difícilmente habría pasado la prueba
en San Francisco: su calzado no era de origen urbano, y el
sombrero que yacía junto a él en el suelo (era el único descubierto
ered) era tal que si se lo hubiera considerado un artículo de mero
adorno personal habría perdido su significado. En
El rostro del hombre era bastante atractivo, con solo una insinuación
de severidad: aunque haya asumido o cultivado,
según corresponda a alguien en autoridad. Porque era forense. Fue
en virtud de su cargo, tenía posesión del libro en
que estaba leyendo se había encontrado entre el muerto
efectos en su cabaña, donde ahora se estaba llevando a cabo la investigación
Cuando el forense hubo terminado de leer, puso el libro en
el bolsillo de su pecho
. En ese momento se abrió la puerta
y entró un joven. Claramente no era de montaña
nacimiento y crianza fue papá como los que habitan en las ciudades
Sin embargo, su ropa estaba polvorienta, como de viaje. Él tenía, de hecho,
estado montando duro para asistir a la investigación.
El forense asintió con la cabeza, nadie más lo saludó