Historia, pregunta formulada por abigailgenesisvallep, hace 15 horas

"AMOR DE HIJO " A sí como el amor más sublime que hay en la vida es el amor de una madre, así también el sentimiento que más sublima al hombre es la sincera, franca y pública manifestación de su tierno amor para con sus padres. Hay ciertos hijos que por haber llegado a ocupar una aristocrática posición, gracias a su buena suerte, tienen vergüenza de recordar su origen humilde, no menos que de tratar con sus humildes y pobras que antes fueron sus compararos. Pero el como es que, cveces, se avergüencen hosta de sus mismos padres, por verias hurriildes y poores. Vergüenza tienen de llamarlos en público: ipadre, madre! Por cierto que tales hijos no merecen ver la luz del día. En cambio, cućn elevados, dignos, grandes y sublimes aparecen ante nuestros ojos aquellos hijos que en público manifiestan, hasta con orgullo, las ternuras de su amor filial. El sabio Espinoza Medrano, "El Lunarejo", que en su época era la admiración de los sabios de América y de Europa se hallaba un día dando una conferencia en la Catedrci del Cuzcs; fama del sabio cuszaueño había alií ruido si más selecte auditorio y estaba el templo repleto que no era sesibie dar un paso. De pronto se sintió un sordo murmullo entre les presentes y veces que decían: "Qué le saquen!" " Qué desvergüenza de la india en querer entrarı... Una pobrecita india de sesenta años, con su atodito de queso y chuño a los espaides, se ofane, en su sencillo rusticidad, por penetrar hasta donde se hallaba su hijo, y ofrenderle el regalito que le trcio de lajes, muy lejos, desde su tierra el pueblecito de Calschueso provincia de Aymaraes. Las delicadas y aristocráticas damas y los distinguidos caballeros peloteaban a la india de un lado a otro, y con aspavientos para no ensuciarse con el contacto de su indiana vestidura, procuraban sacarla a'empellones fuera del templo. El Lunarzjo, extrañado del suceso, fijó su mirada en la desgraciada india, y sorpresa!- era su madre. Levantando entonces la voz con dulce emoción exclamó desde el púlpito: Señores: con toda la ternura de mi cima os pido una caridad y es que dejéis entrar y pasar a. esa pobre india... Es mi madre!" Sorprendides les dames comenzaron entonces a disputarse el honor de ceder sus asientos y alfombras a la pobre india, a quien poco antes con asco repelion Ceda uro quería ser honrada con la compañía de la humilde mujer! Y cuentan los cronistas que este rasgo de sincera humildad del Lunorejo, le hizo aparecer ante todos mucho más grande y estimable que por toda su sabiduría __subraya las palabras desconocidas​.

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Contestado por tamayomartinez83
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HOLA EL PEPE

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