Algunos derechos del estado del Perú
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algunos derechos son:
1.- Justificación del poder.- Los seres humanos no necesitan ‘justificar” la titularidad de sus derechos fundamentales, porque esos derechos vienen insertos en su condición y derivan de su dignidad. Sin ellos, las personas no son personas. De allí deriva su intangibilidad y su irrenunciabilidad. Los derechos de las personas corresponden a su naturaleza y, por tanto, la sola existencia de un individuo justifica, sin más, su titularidad. Discutirla ha sido la tesis de los totalitarismos que pretenden atribuirse todas las facultades, negándolas a los individuos. Es el problema de la “absorción de los derechos por el poder.” En cambio, el Estado necesita, por principio, justificar el poder que ejerce, necesita explicar y sustentar la fuente de la que sus potestades provienen. Necesita siempre revestir de legalidad a la fuerza, y revestir de legitimidad a la capacidad de coacción. El Estado necesita motivar en la Constitución y en la Ley cada una de sus acciones, de allí proviene el principio de legalidad, según el cual en el Derecho Público solamente se puede hacer lo expresamente ‘autorizado’ por la norma. Si no hay la autorización, esto es, la habilitación legal expresa para actuar, no se puede obrar, y si se obra, será en forma ilegal e ilegítima.
2.- La ausencia de título para mandar.- Las dictaduras son gobiernos de facto que carecen de título legítimo para gobernar. Los gobiernos despóticos no tienen títulos, y esa carencia explica la denominación de gobiernos tiránicos o de poderes injustos. La necesidad de justificarse, presente incluso en las dictaduras, explica por qué los golpes de Estado en el Ecuador, que son actos de fuerza que rompen el ordenamiento jurídico, pese a ello, en el primer decreto supremo, sin excepción, pusieron en vigencia una Constitución según convenía a sus intereses. Es decir que, pese al dominio de la pura fuerza, buscaban legitimarse con un título jurídico artificioso, impuesto y manipulado. 3.- Justificaciones doctrinarias.- Las doctrinas políticas -la democracia como la monarquía- y los discursos electorales, son esfuerzos para dotar de base racional, o simplemente demagógica, al ejercicio del poder. Es decir, de justificar los sistemas de dominación y la capacidad de coacción que es inseparable del Estado. La fuerza necesita tener ‘presentación ética’ y revestimiento jurídico y crear vínculos de obligación. El problema está en que muchas doctrinas no son sino simples antifaces de la arbitrariedad, excusas de la dominación, que llegan al extremo de menoscabar los derechos de las personas, pese a que ellos son la única justificación de la existencia de la autoridad. La historia de las doctrinas políticas es la búsqueda de la titularidad, de la legitimidad de que el poder en principio carece. El Estado, a diferencia de los individuos, necesita justificación, porque ni ahora ni nunca tuvo, en realidad, ‘derecho’ propio para gobernar.
1.- Justificación del poder.- Los seres humanos no necesitan ‘justificar” la titularidad de sus derechos fundamentales, porque esos derechos vienen insertos en su condición y derivan de su dignidad. Sin ellos, las personas no son personas. De allí deriva su intangibilidad y su irrenunciabilidad. Los derechos de las personas corresponden a su naturaleza y, por tanto, la sola existencia de un individuo justifica, sin más, su titularidad. Discutirla ha sido la tesis de los totalitarismos que pretenden atribuirse todas las facultades, negándolas a los individuos. Es el problema de la “absorción de los derechos por el poder.” En cambio, el Estado necesita, por principio, justificar el poder que ejerce, necesita explicar y sustentar la fuente de la que sus potestades provienen. Necesita siempre revestir de legalidad a la fuerza, y revestir de legitimidad a la capacidad de coacción. El Estado necesita motivar en la Constitución y en la Ley cada una de sus acciones, de allí proviene el principio de legalidad, según el cual en el Derecho Público solamente se puede hacer lo expresamente ‘autorizado’ por la norma. Si no hay la autorización, esto es, la habilitación legal expresa para actuar, no se puede obrar, y si se obra, será en forma ilegal e ilegítima.
2.- La ausencia de título para mandar.- Las dictaduras son gobiernos de facto que carecen de título legítimo para gobernar. Los gobiernos despóticos no tienen títulos, y esa carencia explica la denominación de gobiernos tiránicos o de poderes injustos. La necesidad de justificarse, presente incluso en las dictaduras, explica por qué los golpes de Estado en el Ecuador, que son actos de fuerza que rompen el ordenamiento jurídico, pese a ello, en el primer decreto supremo, sin excepción, pusieron en vigencia una Constitución según convenía a sus intereses. Es decir que, pese al dominio de la pura fuerza, buscaban legitimarse con un título jurídico artificioso, impuesto y manipulado. 3.- Justificaciones doctrinarias.- Las doctrinas políticas -la democracia como la monarquía- y los discursos electorales, son esfuerzos para dotar de base racional, o simplemente demagógica, al ejercicio del poder. Es decir, de justificar los sistemas de dominación y la capacidad de coacción que es inseparable del Estado. La fuerza necesita tener ‘presentación ética’ y revestimiento jurídico y crear vínculos de obligación. El problema está en que muchas doctrinas no son sino simples antifaces de la arbitrariedad, excusas de la dominación, que llegan al extremo de menoscabar los derechos de las personas, pese a que ellos son la única justificación de la existencia de la autoridad. La historia de las doctrinas políticas es la búsqueda de la titularidad, de la legitimidad de que el poder en principio carece. El Estado, a diferencia de los individuos, necesita justificación, porque ni ahora ni nunca tuvo, en realidad, ‘derecho’ propio para gobernar.
dp34:
espero q te sirva
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