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El coyote y el conejo
Este cuento nos lo contó doña Etelvina en Chiconamel,Veracruz.Una vez el coyote se encontró a un conejito y le dijo:—¡Ay, qué conejito tan sabroso; ahorita mismo me lo voy a comer!El conejo, aunque tenía mucho miedo, pudo decir:—Mira, amigo coyote, no me comas y te voy a dar unos zapotes muy maduros. Los
zapotes son mejores que yo.El coyote se dejó convencer, y mientras se comía los zapotes, el conejito se peló, se fue corriendo, dando grandes saltos. El coyote alcanzó a verlo y le siguió los pasos. Corrió y corrió hacia el carrizal hasta que lo alcanzó. Entonces le dijo:—Ahorita sí te voy a comer porque me engañaste a lo vil.—Mira —le contestó el conejito— no me comas y te voy a llevar a una pachanga, a
una boda. Vas a ver qué bonita se va a poner la fiesta. Habrá música, mucha comida y
mucho que tomar. Tú vas a tocar la guitarra y yo también.Y sin que el coyote lo viera, ni darle tiempo a decir nada de nada, el conejito le prendió lumbre al carrizal. Luego le dijo al coyote:—Cuando oigas que están tronando los cohetes, con más ganas le das a la guitarra.
¡Vamos a divertirnos un rato!Tronaban los carrizos y el coyote tocaba y tocaba la guitarra creyendo que eran los cohetes los que tronaban, cuando en realidad era el carrizal que se estaba quemando.Ya venía la lumbre cerca del coyote, ya mero lo iba a quemar cuando el conejito dio un brinco y se escapó. Con mucho trabajo el coyote pudo salvarse de la lumbre y siguió tras los pasos del conejo. Y allá, no muy lejos, vio una peña desde la que se veía, enmedio del cielo, a la luna, redondita como un queso. El coyote encontró al conejo y le dijo:—¡Ah, conejito, cómo me engañaste! Me querías quemar, ¿verdad? Pero vas a ver,
ahora sí te voy a comer.—Mira —le contestó el conejito— no me comas; mejor vamos a comernos un queso
que te tengo guardado.—Ve a traerlo.—Mira, párate aquí para que lo veas.Se paró en la peña el coyote. Se asomó y ya vio el queso allá abajo, nadando en una fosa de agua. Entonces el coyote se aventó de cabeza a la fosa, se zambulló y no volvió a salir. El conejito se fue muy tranquilo y aquí se acabó el cuento del coyote y el conejo.
Este cuento nos lo contó doña Etelvina en Chiconamel,Veracruz.Una vez el coyote se encontró a un conejito y le dijo:—¡Ay, qué conejito tan sabroso; ahorita mismo me lo voy a comer!El conejo, aunque tenía mucho miedo, pudo decir:—Mira, amigo coyote, no me comas y te voy a dar unos zapotes muy maduros. Los
zapotes son mejores que yo.El coyote se dejó convencer, y mientras se comía los zapotes, el conejito se peló, se fue corriendo, dando grandes saltos. El coyote alcanzó a verlo y le siguió los pasos. Corrió y corrió hacia el carrizal hasta que lo alcanzó. Entonces le dijo:—Ahorita sí te voy a comer porque me engañaste a lo vil.—Mira —le contestó el conejito— no me comas y te voy a llevar a una pachanga, a
una boda. Vas a ver qué bonita se va a poner la fiesta. Habrá música, mucha comida y
mucho que tomar. Tú vas a tocar la guitarra y yo también.Y sin que el coyote lo viera, ni darle tiempo a decir nada de nada, el conejito le prendió lumbre al carrizal. Luego le dijo al coyote:—Cuando oigas que están tronando los cohetes, con más ganas le das a la guitarra.
¡Vamos a divertirnos un rato!Tronaban los carrizos y el coyote tocaba y tocaba la guitarra creyendo que eran los cohetes los que tronaban, cuando en realidad era el carrizal que se estaba quemando.Ya venía la lumbre cerca del coyote, ya mero lo iba a quemar cuando el conejito dio un brinco y se escapó. Con mucho trabajo el coyote pudo salvarse de la lumbre y siguió tras los pasos del conejo. Y allá, no muy lejos, vio una peña desde la que se veía, enmedio del cielo, a la luna, redondita como un queso. El coyote encontró al conejo y le dijo:—¡Ah, conejito, cómo me engañaste! Me querías quemar, ¿verdad? Pero vas a ver,
ahora sí te voy a comer.—Mira —le contestó el conejito— no me comas; mejor vamos a comernos un queso
que te tengo guardado.—Ve a traerlo.—Mira, párate aquí para que lo veas.Se paró en la peña el coyote. Se asomó y ya vio el queso allá abajo, nadando en una fosa de agua. Entonces el coyote se aventó de cabeza a la fosa, se zambulló y no volvió a salir. El conejito se fue muy tranquilo y aquí se acabó el cuento del coyote y el conejo.
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