algun cuento policial corto? INVENTAR de onda
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Había una vez un ladrón que se dedicaba a robar cojines. El ladrón había entrado a robar cojines en todas las tiendas de la ciudad. Lo más extraño es que no se llevaba nada más que cojines. Y lo hacía de tal forma que no rompía ni ensuciaba nada.
Con el tiempo, las tiendas decidieron dejar de vender cojines. Así que el ladrón empezó a entrar en las casas a robarlos. Y, como pasaba en las tiendas, el ladrón no rompía ni estropeaba nada. Y solo se llevaba los cojines.
La policía había intentado pillarlo varias veces, pero no había manera. El ladrón era escurridizo y muy astuto. Y como no conseguía pillarlo llamaron a un investigador muy famoso al que no se le había resistido nunca ningún caso.
El investigador no daba crédito a lo que pasaba en aquel lugar. Jamás había visto nada igual. Pero enseguida ideó un plan.
-Vamos a colocar dispositivos GPS en unos cojines que se van a vender en una sola tienda de la ciudad -dijo el investigador-. Los cojines serán muy caros, para que nadie los compre. En cuanto el ladrón se entere dejará de robar casas e irá a por los cojines, esto seguro.
Y así lo hicieron. El ladrón picó y la policía pudo localizar al ladrón. Pero la sorpresa que se llevaron fue mayúscula cuando lo encontraron. El ladrón vivía en un barrio de chabolas. Los últimos cojines estaban en la habitación de una de ellas, en una habitación en la que dormían dos niños pequeños, sobre los cojines, porque no tenían cama.
El extraño caso del ladrón de cojinesLa policía inspeccionó las chabolas y en todas pasaba lo mismo. No había camas, ni sillas ni sofás. Solo cojines
Nadie delató al ladrón, pero la policía se comprometió a hacer las gestiones necesarias para ayudar a los habitantes de aquel lugar. El ladrón no apareció, pero ya no volvió a robar cojines nunca más.
Respuesta:
Con cada pisada proveniente desde afuera de la habitación el chico dentro de la sala se inquietaba, las voces de aquellas sombras a su alrededor no paran de gritarle:
¡Matalos! ¡Van a dañarte! ¡Matalos!
La puerta es abierta y el chico se queda quieto, levanta la mirada y ve a un oficial acercándose a la mesa de interrogatorio.
—Jeremy, ¿no?, ¿puedes decirme por qué estás aquí?
El chico no responde, sin embargo, empieza a mover su pierna rápidamente sin dejar de mirar al oficial, el mayor frunce el ceño intentando verse amenazante, pero el más joven hace una mueca y señala a un costado de este.
—Usted no me da miedo, ellas sí.
El oficial mira atrás de sí mismo y suspira entregándole una carpeta abierta, sobre la mesa, mostrándole fotos de un niño menor que ambos y dos adultos.
—Ellos son tu familia... ¿sabes donde están?, ¿dónde fue que dejaste los cuerpos? Dímelo, sé que no quieres decirlo, pero puedes confiar en mí.
—No... la casa no es segura, ellos viven, sienten y observan, desde lo más bajo... jamás se rinden y mienten a quienes los rodean...
el oficial, no comprendió lo que el chico quiso decirle, tomó el vaso de agua que se encontraba en el centro de la mesa y bebió de esta para finalmente volver a dejarla en su lugar, se levanto dispuesto a salir, volteo a ver al chico y este sonreia cinicamente mirando el vaso con ahua, el oficial bajó su mirada hacia el vaso y notó que el agua seguia intacta, el vasos eguía lleno.
Pasaron días y más días donde no había tiempo en que el oficial no se repitiera una y otra vez lo dicho por el chico y lo sucedido con el vaso, hasta que la llamada más esperada llegó, la familia del chico se encontraba bajo tierra, bajo la casa, con un mensaje escrito en sangre seca... sus compañeros no contestaron a sus preguntas una vez contestado el teléfono, por lo que recurrió al lugar por su cuenta, nadie le prestaba atención en cuanto llegó, se adentró a la casa y una vez frente al poso donde yacían los cuerpos, pudo divisar al chico que debería estar bajo custodia al otro lado de la habitación, señalándolo con un dedo.
—¡¡Encontraron un cuerpo en la sala de investigación!! —gritó un oficial y varios corrieron hacia los autos estacionados fuera de la casa.
el oficial miraba al chico y este luego de un tiempo sonrió.
—Nadie puede saber la verdad... sombra.