Algún comentario.bueno del documento rerum novarum del papa León XIII
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“El ansia de novedades, que ha comenzado desde hace mucho tiempo a agitar a los pueblos”, escribe León XIII, “debía naturalmente pasar del orden político al orden económico/social. En efecto, los nuevos métodos de la industria, las relaciones transformadas entre patrones y obreros, la riqueza que se ha acumulado en pocas manos y la pobreza que se ha extendido enormemente, la conciencia de las propias fuerzas vuelta más viva en las clases trabajadoras, todo este conjunto de cosas ha hecho estallar el conflicto social” (León XIII, Encíclica Rerum novarum, en Tutte le Encicliche dei Sommi Pontefici, Milano, Dall’Oglio Editore, ed. V, 1959, 1º vol., p. 433).
Es necesario, por tanto, establecer los justos confines y la sana convivencia entre capital y trabajo, sin convertir la cuestión obrera en revolución o en explotación.
Con el debilitarse del espíritu cristiano, recuerda el papa Pecci, murieron las Corporaciones, que defendían los intereses de las clases sociales particulares, no poniéndolas una contra otra, sino intentando hacer que cooperaran entre ellas al bien común.
El Papa advierte que para llegar a la paz y a la colaboración entre las dos clases sociales es necesario actuar de manera que también los obreros puedan convertirse en pequeños propietarios, invirtiendo en la propiedad privada la ganancia del justo salario (cuyo fraude es un “pecado que clama a Dios”) debido a su trabajo.
Por lo que respecta al derecho natural a la propiedad privada, el Papa recuerda la sana doctrina sobre ella: el animal bruto, que no es una persona inteligente y libre, no tiene un derecho estable a la propiedad, sino que usa de ella libremente aprovechando los medios que encuentra a su alrededor, comiendo y reproduciéndose.
León XIII pasa después a explicar el “Principio de subsidiariedad”, o sea, la doctrina según la cual el Estado interviene en la vida de los particulares y de las familias sólo allí donde ellos no consiguen obtener con sus solas fuerzas su fin y su bien.
En efecto, “sólo la Iglesia es la que extrae del Evangelio doctrinas aptas para resolver o para hacer bastante menos áspero el conflicto de clases: ella, con un gran número de instituciones benéficas, mejora las condiciones del proletariado y además quiere que las fuerzas de todas las clases sociales cooperen juntas” (ib., p. 440).
El Papa plantea ahora un principio del cual hacer derivar la acción social en vista de la futura paz y entendimiento entre las diferentes clases sociales: “es necesario soportar la condición propia de la humanidad: quitar del mundo las diferencias sociales es algo imposible” (ivi).
Después, León XIII explica que antes del pecado original el trabajo para el hombre era una recreación, pero tras el pecado original se volvió una fatiga, que necesita afrontar para poder vivir bien y no todos lo afrontan con la misma alegría.
El Papa explica, por tanto, cómo el cristianismo puede pacificar a patrones y obreros. Les recuerda los deberes que tienen ambos. Por lo que respecta al proletariado: debe trabajar bien; no debe ofender ni a la persona ni la propiedad de los patrones; debe abstenerse de la violencia al defender sus derechos.
Por lo que respecta a la riqueza, se debe distinguir la posesión o la propiedad de los bienes de su uso. Se poseen los bienes para sí y se usan para sí y para los demás.
El Estado debe tutelar los intereses de todos, pero especialmente de los pobres, que son los más necesitados de ayuda.
El Papa toca ahora la cuestión del justo salario de manera específica, enseñando que debe ser regulado por el estricto libre consenso de las dos clases sociales (obreros y patrones), pero, a la luz de la justicia natural.
El Pontífice recuerda que es necesario evitar la plaga de la emigración, que desarraiga a los obreros de sus raíces religiosas, culturales, económicas y sociales y los echa en pasto de la revolución. Por tanto, es necesario promover el apego y el amor al propio lugar natal.
Los impuestos deben ser justos, o sea, no deben superar el 20% de lo que se gana, de otro modo empujan a los peor tratados a evadir el fisco mientras que es un deber de conciencia pagar los impuestos justos al Estado, que se sirve de ellos para las obras de utilidad pública.
El Pontífice recomienda al Estado favorecer la educación y la instrucción religiosa, ya que la religión debe ser el principio y fundamento de un Estado bien constituido.