alguien que me ayude con dos romances de alejandro mejia velasco
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1
Por las ojeras del cielo
va la luna traicionada.
Llueve el vino de la noche
sobre la tierra mulata.
Las sombras sobre las horas
cual negro potro cabalgan
y en el Guayaquil ya viejo,
duermen todos en sus casas.
De pronto, rompe el silencio,
una voz redonda y clara:
un mozo grueso y trigueño
en una taberna canta.
Suenan alegres las cuerdas
de su guitarra serrana,
cual si un dulce sentimiento
las de su alma pulsara.
Hay copas sobre una mesa.
Hay botellas y hay guitarras,
y una zamba está bailando
una rumba, bien quebrada.
De un grupo de bebedores
un canoero se alza
y con aire desafiante,
así le dice al que canta:
"Tócate una rumba de esas...
Quiero bailar con la Juana;
y que salga el que se oponga,
aquí está 'piña pelada'..."
"Nadie bailará con ella",
contesta el otro y avanza
y le tira un golpe seco
en el cobre de su cara...
Se forma una bronca inmensa.
Hay puntapiés y trompadas.
Gritan todas las mujeres;
ni el cantinero se escapa.
En tanto, sobre la esquina,
hundidos en sus casacas,
dos guardias civiles duermen,
mientras que la noche canta.
va la luna traicionada.
Llueve el vino de la noche
sobre la tierra mulata.
Las sombras sobre las horas
cual negro potro cabalgan
y en el Guayaquil ya viejo,
duermen todos en sus casas.
De pronto, rompe el silencio,
una voz redonda y clara:
un mozo grueso y trigueño
en una taberna canta.
Suenan alegres las cuerdas
de su guitarra serrana,
cual si un dulce sentimiento
las de su alma pulsara.
Hay copas sobre una mesa.
Hay botellas y hay guitarras,
y una zamba está bailando
una rumba, bien quebrada.
De un grupo de bebedores
un canoero se alza
y con aire desafiante,
así le dice al que canta:
"Tócate una rumba de esas...
Quiero bailar con la Juana;
y que salga el que se oponga,
aquí está 'piña pelada'..."
"Nadie bailará con ella",
contesta el otro y avanza
y le tira un golpe seco
en el cobre de su cara...
Se forma una bronca inmensa.
Hay puntapiés y trompadas.
Gritan todas las mujeres;
ni el cantinero se escapa.
En tanto, sobre la esquina,
hundidos en sus casacas,
dos guardias civiles duermen,
mientras que la noche canta.
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