Alguien que lea este texto y me diga la opinion del autor sobre la reforma agraria...
Sin entrar en asuntos polémicos que sus segui-
dores suelen pasar por alto, debe reconocerse
que el gobierno de Lleras prestó atención a un
viejo problema social, la reforma agraria. Le
prestó atención, pero no le dio ninguna solu-
ción, como no se la han dado ninguno de los
gobiernos colombianos. De manera que hoy en
día, la cuestión agraria sigue sin resolver, lo que
explica, en buena medida, algunos de los graves
problemas que vive actualmente el país.
Los pocos y tímidos intentos por llevar a cabo
una reforma agraria en Colombia han arrojado
siempre resultados muy pobres, mucho más
decepcionantes incluso que en otros países
latinoamericanos. Los liberales de la segunda
mitad del siglo XIX expropiaron inmensas
extensiones de tierra a la Iglesia católica, pero
éstas fueron a parar a manos de terratenientes
poco eficientes. Setenta años después, bajo la
presión del campesinado, Alfonso López
Pumarejo intentó ponerles ciertos límites a los
latifundios improductivos, pero los índices de
redistribución fueron insignificantes. Durante la
llamada “Violencia”, colonos y pequeños
campesinos perdieron sus parcelas ante la
presión de los más poderosos. Y llegamos a
Carlos Lleras: es cierto que durante su gobierno
fueron distribuidas miles de hectáreas a la
población rural, pero, primero, casi todas
constituían lejanos baldíos de baja calidad y,
segundo, el Presidente renunció a su política
agraria presionado por los terratenientes. Desde
entonces, el tema fue archivado por la clase
dirigente.
La cuestión agraria se relaciona con la mi-
gración campo-ciudad, que genera todo tipo
de dificultades en urbes que no pueden reci-
bir a tanta gente. También se relaciona con
diferentes formas de delincuencia, de violen-
cias y con los cultivos ilícitos, debido a que el
campo ofrece pocas oportunidades para sus
pobladores. Asimismo, tiene efectos nocivos
en la producción, pues las tierras están
dedicadas indebidamente a la ganadería, lo
que disminuye la producción de alimentos. A
todo ello se suma el drama de miles de cam-
pesinos, que en los últimos años han perdido
más de cinco millones de hectáreas y han te-
nido que abandonar sus regiones. Según da-
tos de instituciones académicas —no de los
terroristas, ni de los enemigos de la patria—,
el 0,4% de los propietarios acapara el 61% de
las tierras, mientras que el porcentaje de
tierras en manos de millones de campesinos
es tres veces menor.
Este complejo asunto no se limita única-
mente a la distribución de tierras; implica,
también, si no se quiere repetir el fracaso del
minifundio, vías, estudios de mercadeo, prés-
tamos, asesoría técnica. Frente a semejante
problema y a tamaño desafío, el Estado ha
optado por la indiferencia, cuando no por el
engaño (Carimaguas) y la ignominia (los des-
plazados convertidos en turistas).
Respuestas a la pregunta
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Mira no te miento Odio estudios sociales En serio odio estudios sociales Lo siento Espero que alguien te ayude pronto
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