Alguien me puede pasar la lectura de FERNANDO ROMERO MADRE por favor doy corona al primero plis
Respuestas a la pregunta
La jergón estaba indecisa. Enroscada a una rama miraba el puesto sin encontrar camino para volver al nido. Los hacendados habían rozado el trozo de monte que quedaba entre el último tambo y la cocha. Por allí pasó en la mañana. Ahora resultaba imposible; lo que al amanecer era selva lo poblaban muchachos y perros. Los hombres la odiaban como si ella tuviera la culpa de tener veneno en las glándulas.
Por eso temía arriesgar la vida si se aventuraba a atravesar los tambos. Sabía que, de ser vista, la matarian sin piedad. Pero era necesario volver al nido. Las crias la esperaban.
Pensó regresar al sitio de donde venia para abrirse camino por la cocha. Mas luego tuvo otra idea, al parecer mejor: dar la vuelta por el barranco, a la sazón desierto y solitario. La noche oscura, se dijo. No la distinguirían.
Reptó hermosa y fuerte, luciendo las manchas doradas de su piel negra...
Le faltaba poco para alcanzar el monte cuando, al ruido de una lancha en el río un hombre salió del tambo más próximo llevando en la mano un farol de kerosene. Al medir ella la distancia que la separaba de los árboles comprendió que no tendría tiempo de pasar antes que aquél. Mientras tanto la luz del fanal se acercaba con peligro para su vida. Entonces rápida y silenciosa, se deslizó entre los trozos de árbol cuidadosamente hacinados sobre el suelo.
Más faroles y más hombres en torno de la leña entre la cual se escondía la vibora. Conversaciones de los del puerto y los de la lancha.
Miraban las pilas de capirona y hablaban de dinero. Después vinieron de la embarcación varios muchachotes semi-desnudos y fuertes. Y comenzaron a llevarse en el hombro la leña arreglada en el barranco.
La jergón comprendió todo, incluso el riesgo que corría su vida.
Con angustia notó que los montones de combustible iban desapareciendo a su alrededor. Pronto, aquél en el cual se escondía empezó a ser deshecho. Comenzó a huir de la muerte deslizándose entre los intersticios que dejaban las rajas cada vez más abajo...
De pronto se encontró imposibilitada de avanzar. En una hilera los trozos estaban tan pegados uno a otro que no pudo deslizarse entre ellos. Presintiendo que el fin se acercaba, esperó. Una mano robusta y bermeja cogióla, junto con la raja bajo la cual quedó oculta. Entonces, pensando en las crías que la esperaban, defendiendo su pobre vida de madre, se asió a aquel miembro y mordió furiosamente...
Un lamento y un grito resonaron en la noche:
¡Ay! víbora...
Ella huia, veloz. Dos hombres la alcanzaron y diéronle fuertes golpes, quebrantándole el espinazo.
Se estiró, orinegra y aún temible, en su metro y medio. Pero no estaba muerta. Escuchaba el quejarse del herido y las carreras de aquellos malvados para traer la curarina, ligar el brazo del accidentado y darle de beber cachaza. Pensó que todavía podría llegar donde sus hijos.
Despacio, despacio, comenzó a reptar...
La vieron. Entonces rompiéronle la cabeza a palos y la arrojaron al rio.
En el nido, las viboritas esperaban a su madre.
Fernando Romero.
Creditos: Fernando Romero
bibliografia: http://magiadeabrilblogspotcom/2008/07/una-madrehtml?m=1
creo que es esa si no dime y te busco otra uwu