alguien me puede escribir un cuento corto sobre un sicario? porfavor
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La víctima y el sicario
Cuando recibió el encargo de matarlo, contraviniendo las normas jamás escritas que rigen esa actividad reprochable, el sicario se empeñó en conocer detalles de su futura víctima. Había recibido, como pago adelantado, la mitad de lo convenido, y su cliente se había comprometido a abonarle el resto cuando tuviera conocimiento del cumplimiento de la orden.
-No me envíe ningún mensaje. No se le ocurra volver a ponerse en contacto conmigo. Yo me enteraré por mis propios medios de que todo está concluido y le haré llegar el dinero que falta de la manera que tenemos convenida.
No es, desde luego, lo mismo matar a una persona desconocida que a alguien de quien se conoce previamente sus circunstancias, su perfil ideológico, sus relaciones familiares. Pero aquel sicario tenía por norma no matar jamás en vano. Era casi una cuestión religiosa, con la que pretendía tranquilizar los oscuros recovecos de su miserable conciencia.
Tenía que encontrar, pues, fundamentos para asesinar a su víctima, aunque no fueran coincidentes con las de su peculiar cliente y para ello era imprescindible acercarse a ella, y justificar con alguna razón porqué debería estar muerta.
Una vez que lo localizó -las señas eran precisas-, se dedicó a acecharlo. Lo espió día y noche, vigilándolo desde la calle, a prudente distancia. Estuvo así tres días completos sin conseguir información relevante, porque aquel tipo no salió de casa más que para ir a una Farmacia, en donde permanecía dos o tres horas. No había otros movimientos en el domicilio, no entraba ni salía nadie más. La vida de la futura víctima aparecía totalmente anodina, seguramente ocupada por el cuidado de una enfermedad, envuelto en soledad y misterio.
Cuando, en la mañana del tercer día, lo vio salir del edificio, en lo que suponía habría de ser otro paseo hacia la Farmacia, en donde deberían estar preparándole a diario algún brebaje especial de fácil descomposición, se decidió a abordarlo.
Quería conocer, al menos, el tono de voz de la futura víctima, sus inflexiones, desvelar algún misterio de su talante.
-Perdone, ¿me puede decir cómo se llega desde aquí a la Plaza del Comercio? -fue la pregunta que se le ocurrió formular, para entablar una mínima conversación.
La víctima no se mostró extrañeza por la interceptación del paseo, algo forzada. Vertiendo sobre el sicario una mirada inexpresiva, le contestó:
-Queda un poco lejos. Pero, como tengo algo de tiempo, yo mismo le acompañaré hasta allí.
La voz era melodiosa, agradable, con inflexiones en el tono, sugerente.
Caminaron un rato en silencio, avanzando por una calle muy concurrida. El futuro asesino había disimulado su rostro con un bigote postizo y se había puesto unas gafas que no necesitaba. A hurtadillas, para no despertar sospecha, sopesaba cómo adentrarse en el misterio de aquella vida cuyo futuro debería ser frustrada por su mano asesina. ¿Qué cuestiones resultarían más adecuadas para abrir la cancela en donde se guardaban las razones de aquel desconocido al que debería asesinar y que, por tanto, le permitirían descubrir la causa por la que tendría que morir?
-Ya veo por su pregunta y, sobre todo, por su tono de voz que Vd. es forastero y que conoce muy poco de esta ciudad. La Plaza del Comercio es el lugar en donde se concentra la mayor parte de las manifestaciones de quienes protestan por algo que va mal. Y no faltan motivos en este país. Justamente, dentro de una hora está convocada una para denunciar la falta de seguridad ciudadana, y a la que yo pienso asistir. -dijo el desconocido al que correspondía asesinar más bien pronto que tarde-. He estado enfermo y hoy me siento, de pronto, muy bien.
El sicario no dijo nada. Se limitó a observarlo de reojo, advirtiendo en el rostro de su futura víctima una sonrisa quizá algo triste, pero sincera. La voz le resultaba casi embriagadora, y no encontraba tampoco motivos cabales para interrumpirla con preguntas necias. Así que el otro, tomando la delantera de la conversación, continuó.
-Intuyo que Vd. también va asistir, aunque es algo pronto para ocupar la Plaza. Si acepta, le invitaría a tomar algo mientras hacemos tiempo.
El desconocido señaló una cafetería que encontrarían a su paso. Un cafetón con aspecto de tener más de un siglo, que el sicario imaginó con mesas de mármol, sillas de madera muchas veces barnizada y barra con columnas esquineras de hojas labradas.
-No…no se si debo. -se le ocurrió decir, como improvisada excusa.
-Me encantaría charlar un rato con Vd. Al fin y al cabo, aunque Vd. sea extranjero, tenemos ahora un objetivo común: hacer que la tranquilidad vuelva a esta ciudad, limpiándola de delincuentes. -y así diciendo, ambos se encontraron traspasando el umbral del local comercial, que estaba abarrotado.
Explicación: