alguien me puede decir que que mensaje quiere dar 1 de corintios 15:35-57
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Con qué cuerpo se resucita
11 A continuación, Pablo contesta a varias preguntas (1 Corintios 15:35-41). Para poner en tela de juicio la resurrección, alguien tal vez inquiera: “¿Cómo han de ser levantados los muertos? Sí, ¿con qué clase de cuerpo vienen?”. Como Pablo indicó, la semilla que se siembra de hecho muere cuando se transforma para convertirse en una planta. De igual modo, el ser humano engendrado por espíritu tiene que morir. Y tal como la planta brota de la semilla con un cuerpo nuevo, el cuerpo resucitado del cristiano ungido ya no es de carne humana. Su personalidad es la misma que tenía antes de morir, pero se levanta como una nueva criatura con un cuerpo espiritual, que puede vivir en el cielo. Naturalmente, a los que resuciten en la Tierra se les levantará con cuerpos humanos.
12 Tal como Pablo dijo, la carne humana es diferente de la de los animales. Incluso la carne animal varía de un género a otro (Génesis 1:20-25). Los “cuerpos celestes” de las criaturas espirituales difieren en gloria de los “cuerpos terrestres” de carne. También es distinta la gloria que tienen el Sol, la Luna y las estrellas. Pero los ungidos resucitados poseen una gloria mucho mayor.
13 Después de mencionar esas diferencias, Pablo añadió: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levanta en incorrupción” (1 Corintios 15:42-44). Con estas palabras quizá aludiera al conjunto de los ungidos. Estos siembran en corrupción cuando mueren, y se levantan en incorrupción, libres del pecado. Aunque el mundo los deshonra, se les levanta para vivir en el cielo y se les pone de manifiesto con Cristo en gloria (Hechos 5:41; Colosenses 3:4). En el momento de la muerte se siembra un “cuerpo físico”, pero se levanta un “cuerpo espiritual”. Ya que esto es posible en el caso de los cristianos engendrados por espíritu, podemos tener la seguridad de que a los demás seres humanos también se les levantará para que vivan en la Tierra.
14 Pablo a continuación compara a Cristo con Adán (1 Corintios 15:45-49). Adán, el primer hombre, “llegó a ser alma viviente” (Génesis 2:7). “El último Adán —Jesús— llegó a ser un espíritu dador de vida.” Este dio su vida como sacrificio redentor, en primer lugar a favor de sus seguidores ungidos (Marcos 10:45). Mientras son humanos ‘llevan la imagen de aquel hecho de polvo’, pero cuando resucitan llegan a ser como el último Adán. Por supuesto, el sacrificio de Jesús beneficiará a toda la humanidad obediente, incluidos los que resuciten para vivir en la Tierra (1 Juan 2:1, 2).
15 Cuando los cristianos ungidos mueren, no se les levanta en carne (1 Corintios 15:50-53). El cuerpo corruptible de carne y sangre no puede heredar la incorrupción ni el Reino celestial. Algunos ungidos no tendrían que pasar mucho tiempo dormidos en la muerte. Al terminar su vida terrestre fielmente durante la presencia de Jesús, serían “cambiados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”. Se les levantaría instantáneamente para vivir como seres espirituales en incorrupción y gloria. Al final, la “novia” celestial de Cristo alcanzará el número de 144.000 miembros (Revelación 14:1; 19:7-9; 21:9; 1 Tesalonicenses 4:15-17).
Victoria sobre la muerte
16 Pablo declaró triunfalmente que la muerte sería tragada para siempre (1 Corintios 15:54-57). Cuando lo que es corruptible y mortal se vista de incorrupción e inmortalidad, se cumplirán estas palabras: “La muerte es tragada para siempre”. “Muerte, ¿dónde está tu victoria? Muerte, ¿dónde está tu aguijón?” (Isaías 25:8; Oseas 13:14.) El aguijón que ocasiona la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado era la Ley, que condenaba a muerte a los pecadores. Pero gracias al sacrificio de Jesús y su resurrección, la muerte heredada del pecador Adán ya nunca más saldrá victoriosa (Romanos 5:12; 6:23).
17 “Por consiguiente, amados hermanos míos —dijo Pablo—, háganse constantes, inmovibles, siempre teniendo mucho que hacer en la obra del Señor, sabiendo que su labor no es en vano en lo relacionado con el Señor.” (1 Corintios 15:58.) Estas palabras son aplicables hoy al resto ungido y a las “otras ovejas” de Jesús, aunque mueran en estos últimos días (Juan 10:16). Sus labores como proclamadores del Reino no son en vano, pues les espera la resurrección. Por lo tanto, que todos los siervos de Jehová nos mantengamos ocupados en la obra del Señor mientras esperamos el día en el que podremos clamar con gozo: “Muerte, ¿dónde está tu victoria?”.
11 A continuación, Pablo contesta a varias preguntas (1 Corintios 15:35-41). Para poner en tela de juicio la resurrección, alguien tal vez inquiera: “¿Cómo han de ser levantados los muertos? Sí, ¿con qué clase de cuerpo vienen?”. Como Pablo indicó, la semilla que se siembra de hecho muere cuando se transforma para convertirse en una planta. De igual modo, el ser humano engendrado por espíritu tiene que morir. Y tal como la planta brota de la semilla con un cuerpo nuevo, el cuerpo resucitado del cristiano ungido ya no es de carne humana. Su personalidad es la misma que tenía antes de morir, pero se levanta como una nueva criatura con un cuerpo espiritual, que puede vivir en el cielo. Naturalmente, a los que resuciten en la Tierra se les levantará con cuerpos humanos.
12 Tal como Pablo dijo, la carne humana es diferente de la de los animales. Incluso la carne animal varía de un género a otro (Génesis 1:20-25). Los “cuerpos celestes” de las criaturas espirituales difieren en gloria de los “cuerpos terrestres” de carne. También es distinta la gloria que tienen el Sol, la Luna y las estrellas. Pero los ungidos resucitados poseen una gloria mucho mayor.
13 Después de mencionar esas diferencias, Pablo añadió: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levanta en incorrupción” (1 Corintios 15:42-44). Con estas palabras quizá aludiera al conjunto de los ungidos. Estos siembran en corrupción cuando mueren, y se levantan en incorrupción, libres del pecado. Aunque el mundo los deshonra, se les levanta para vivir en el cielo y se les pone de manifiesto con Cristo en gloria (Hechos 5:41; Colosenses 3:4). En el momento de la muerte se siembra un “cuerpo físico”, pero se levanta un “cuerpo espiritual”. Ya que esto es posible en el caso de los cristianos engendrados por espíritu, podemos tener la seguridad de que a los demás seres humanos también se les levantará para que vivan en la Tierra.
14 Pablo a continuación compara a Cristo con Adán (1 Corintios 15:45-49). Adán, el primer hombre, “llegó a ser alma viviente” (Génesis 2:7). “El último Adán —Jesús— llegó a ser un espíritu dador de vida.” Este dio su vida como sacrificio redentor, en primer lugar a favor de sus seguidores ungidos (Marcos 10:45). Mientras son humanos ‘llevan la imagen de aquel hecho de polvo’, pero cuando resucitan llegan a ser como el último Adán. Por supuesto, el sacrificio de Jesús beneficiará a toda la humanidad obediente, incluidos los que resuciten para vivir en la Tierra (1 Juan 2:1, 2).
15 Cuando los cristianos ungidos mueren, no se les levanta en carne (1 Corintios 15:50-53). El cuerpo corruptible de carne y sangre no puede heredar la incorrupción ni el Reino celestial. Algunos ungidos no tendrían que pasar mucho tiempo dormidos en la muerte. Al terminar su vida terrestre fielmente durante la presencia de Jesús, serían “cambiados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”. Se les levantaría instantáneamente para vivir como seres espirituales en incorrupción y gloria. Al final, la “novia” celestial de Cristo alcanzará el número de 144.000 miembros (Revelación 14:1; 19:7-9; 21:9; 1 Tesalonicenses 4:15-17).
Victoria sobre la muerte
16 Pablo declaró triunfalmente que la muerte sería tragada para siempre (1 Corintios 15:54-57). Cuando lo que es corruptible y mortal se vista de incorrupción e inmortalidad, se cumplirán estas palabras: “La muerte es tragada para siempre”. “Muerte, ¿dónde está tu victoria? Muerte, ¿dónde está tu aguijón?” (Isaías 25:8; Oseas 13:14.) El aguijón que ocasiona la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado era la Ley, que condenaba a muerte a los pecadores. Pero gracias al sacrificio de Jesús y su resurrección, la muerte heredada del pecador Adán ya nunca más saldrá victoriosa (Romanos 5:12; 6:23).
17 “Por consiguiente, amados hermanos míos —dijo Pablo—, háganse constantes, inmovibles, siempre teniendo mucho que hacer en la obra del Señor, sabiendo que su labor no es en vano en lo relacionado con el Señor.” (1 Corintios 15:58.) Estas palabras son aplicables hoy al resto ungido y a las “otras ovejas” de Jesús, aunque mueran en estos últimos días (Juan 10:16). Sus labores como proclamadores del Reino no son en vano, pues les espera la resurrección. Por lo tanto, que todos los siervos de Jehová nos mantengamos ocupados en la obra del Señor mientras esperamos el día en el que podremos clamar con gozo: “Muerte, ¿dónde está tu victoria?”.
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