AL PATRIOTISMO SE LE ATRIBUYEN muchas bondades, al punto de que nadie se declara antipatriota.
Su buena fama empezó desde sus orígenes en la Grecia antigua, en que significaba apego a las buenas costumbres, al lenguaje y al bien común. Hoy sigue siendo el concepto políticamente correcto por excelencia.
Pero con el nacimiento del Estado nación se confundió con el nacionalismo. Y así como algunos no ven diferencias esenciales entre los dos conceptos, otros creen que son profundas. George Orwell aborrecía el nacionalismo que nutre al totalitarismo, pero consideraba al patriotismo como la devoción a un sitio y una forma particular de vida que se considera la mejor del mundo, pero que no se pretende imponer a otras personas. Hoy los términos se confunden a favor del nacionalismo, pues a pesar de la evidencia de que éste ha sido cómplice de buena parte de los episodios más crueles y destructivos de la historia, sigue abrigado por el rostro altruista del patriotismo.
La ilusión de que el nacionalismo cediera con el fin de la Guerra Fría y con la globalización, se deshizo rápidamente en la antigua Yugoslavia, África y hasta en países desarrollados como Estados Unidos, donde bajo el manto del patriotismo se convirtió en una rentable bandera política de la derecha. Sin embargo, la intensidad del nacionalismo varía no sólo por países, sino por épocas. Fue muy alto en la Alemania nazi, pero los estudios demuestran que comparado a otros países, es bajo en la Alemania actual.
El patriotismo que sienten con tanta fuerza hoy los colombianos es nuevo. En el pasado, por el contrario, se decía que los colombianos eran poco patrióticos, que tendían a subvalorar lo propio. Mientras que el diferendo limítrofe ha tenido implicaciones políticas nacionalistas en Venezuela desde hace muchos años, en Colombia no generaba emociones nacionalistas, y hasta ahora las relaciones con los países vecinos no habían producido efectos políticos internos. El despertar nacionalista colombiano no es producto de una preocupación por la soberanía, sino de la solidaridad cerrada con el presidente Uribe en la contienda geoelectoral que libra con los presidentes vecinos. Prueba de ello es el apoyo mayoritario a las bases militares estadounidenses.
El patriotismo es un instrumento político tan potente porque adormece la capacidad crítica de una sociedad, aceptándose como una verdad objetiva sin serlo, y exigiendo el apoyo incondicional a favor de la “patria”. Pero el patriotismo no requiere que se esté de acuerdo con todo lo que hace un país; Peter Euben sostiene que para Sócrates, por el contrario, éste promueve el cuestionamiento analítico que conduce a mejorar ese país.
Euben plantea que el patriotismo debe ser crítico, pues implica que después de hacer todo lo que podamos para convencer a nuestros compatriotas de su obtusa terquedad moral y política, debemos devoción y gratitud a la cultura que nos nutrió para permitirnos ser críticos. Quizás Colombia no haya sufrido de falta de patriotismo, sino que el suyo había sido un patriotismo crítico. Y esa era una de las causas silenciosas de su tradición democrática, que le había permitido ser un miembro respetado por la comunidad latinoamericana.
de que se trata el texto o que quiere decir porfavor alguien que sepa es para hoy
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación: En primer lugar, los virus de la COVID-19 y de la gripe tienen presentaciones clínicas muy parecidas. Es decir, ambos causan enfermedad respiratoria, con una gran variedad de casos, desde afecciones asintomáticas o leves hasta enfermedades graves y muertes.
En segundo lugar, ambos virus se transmiten por contacto, gotitas y fómites. Por consiguiente, las mismas medidas de salud pública, como la higiene de manos y un buen código de conducta respiratorio (toser en el codo o en un pañuelo, desechándolo de inmediato), son medidas importantes que pueden adoptarse para prevenir la infección.
¿En qué se diferencian el virus de la COVID-19 y el virus de la gripe?
La velocidad de transmisión marca una diferencia importante entre ambos virus. El virus de la gripe tiene un periodo de incubación medio más corto (el tiempo que pasa desde la infección hasta la aparición de síntomas) y un intervalo de serie más corto (el tiempo transcurrido entre casos sucesivos) que el virus de la COVID-19. Se estima que el intervalo de serie del virus de la COVID-19 es de entre 5 y 6 días, mientras que en el caso del virus de la gripe es de 3 días. Esto significa que la gripe puede propagarse más rápidamente que la COVID-19.
Además, la transmisión en los primeros 3 a 5 días de la enfermedad, o transmisión potencialmente presintomática -transmisión del virus antes de la aparición de síntomas-, es un importante factor de transmisión de la gripe. Por el contrario, si bien estamos comprobando que hay personas que pueden transmitir el virus de la COVID-19 en las 24 o 48 horas anteriores a la aparición de síntomas, no parece por ahora que se trate de un importante factor de transmisión.
Se calcula que el número reproductivo -el número de infecciones secundarias generadas a partir de un individuo infectado- del virus de la COVID-19 se sitúa entre 2 y 2,5, más que la gripe. Sin embargo, las estimaciones realizadas sobre los virus de la COVID-19 y de la gripe se inscriben en contextos y periodos muy específicos, lo cual dificulta las comparaciones directas.
Los niños son importantes vectores de transmisión del virus de la gripe en la comunidad. En el caso del virus de la COVID-19, los primeros datos indican que los niños se ven menos afectados que los adultos y que las tasas de ataque clínicas del grupo de edad de 0 a 19 años son bajas. Otros datos preliminares de estudios sobre la transmisión en el hogar realizados en China sugieren que los niños se infectan de los adultos, más que al revés.
Si bien la gama de síntomas de ambos virus es similar, la proporción de pacientes con afecciones graves parece variar. En el caso de la COVID-19, los datos reunidos hasta la fecha sugieren que el 80% de las infecciones son leves o asintomáticas, el 15% son infecciones graves, que requieren oxígeno, y el 5% son infecciones críticas, que requieren ventilación. Estas fracciones de infección grave y crítica parecen más elevadas que las observadas en el caso de la infección gripal.
Quienes corren mayor riesgo de contraer una infección gripal grave son los niños, las mujeres embarazadas, las personas mayores, las personas con afecciones crónicas subyacentes y las personas inmunodeprimidas. En el caso de la COVID-19, consideramos actualmente que la edad avanzada y las afecciones subyacentes incrementan el riesgo de infección grave.
La tasa de mortalidad de la COVID-19 parece mayor que la de la gripe, especialmente la gripe estacional. Aunque se tardará un tiempo en determinar con exactitud la verdadera tasa de mortalidad de la COVID-19, los datos reunidos hasta ahora indican que la tasa de mortalidad bruta (el número de muertes notificadas dividido por el número de casos notificados) oscila entre el 3% y el 4%, si bien la tasa de mortalidad por infección (el número de muertes notificadas dividido por el número de infecciones) será menor. En el caso de la gripe estacional, la tasa de mortalidad suele ser muy inferior al 0,1%. Sin embargo, la tasa de mortalidad depende en gran medida del acceso a la atención de la salud y a la calidad de esta.
¿Qué intervenciones médicas hay disponibles para combatir los virus de la COVID-19 y de la gripe?
Hay una serie de terapias actualmente sometidas a ensayos clínicos en China y más de 20 vacunas en fase de desarrollo contra la COVID-19, pero no se dispone en este momento de vacunas o terapias autorizadas para la COVID-19. Por el contrario, hay antivirales y vacunas disponibles para la gripe. Aunque la vacuna contra la gripe no es eficaz contra el virus de la COVID-19, se recomienda enérgicamente vacunarse todos los años para prevenir la infección de la gripe.