Actividad 2. Lee el fragmento de Amalia del escritor argentino José Mármol.
Parte V
Capítulo XIX
Cuando el reloj de la quinta daba las diez de la noche, Pedro abría el portón para que entrase Daniel,
después de haber oído y conocido su canto en la lóbrega y solitaria calle Larga.
Y en ese momento también, una escena bien diferente tenía lugar a pocos pasos: era Amalia, que,
desde la primera vibración del reloj, había estremecídose con más violencia aún que en las veces
anteriores, y refugiado su cabeza en el seno de su esposo, abrazándose de él instintivamente, como
si el eco del metal fuese la voz fatídica del dolor, que la viniese a anunciar una desgracia en esa
mitad de su vida, en esa su vida entera, que se llamaba Eduardo.
—¿Qué es esto, amado mío, esposo mío? –le preguntó al fin, derramándose de su mirada rayos de
luz y de amor, sombras de pesadumbre y de inquietud–, ¿qué es esto? ¡Es la primera vez de mi vida
que se obra en mi alma tal misterio, y a medida que pasan las horas, es más violenta y fuerte la
impresión que siento! ¡Qué! ¿Ni a tu lado puedo yo ser feliz?
—Ángel de mi alma, es tu imaginación y nada más. Opreso de disgustos, tu espíritu se ha llenado
de sombras, que se disiparán pronto al rayo de mi amor, a la adoración a que se consagrará mi vida,
velando tu felicidad y tu calma. Es el aire, la luz de Buenos Aires, lo que enferma el espíritu y el
cuerpo. Pero pronto estarás a mi lado, lejos de aquí.
—Sí, pronto, muy pronto, Eduardo. Yo no puedo vivir aquí, y en ninguna parte podré vivir sin ti.
—Viajaremos juntos a Montevideo.
—¿Y por qué no desde esta noche?
—Es imposible.
—Llévame, llévame, Eduardo, ¿no soy tu esposa? ¿No debo seguirte a todas partes? —Sí, pero no
debo exponerte, luz de mis ojos.
— ¿Exponerme? ¿Luego tú te expones? ¿Por qué me engañan? ¿No me han dicho que hay la mayor
seguridad posible?
José Mármol
José Pedro Crisólogo
Mármol (Buenos
Aires, Argentina, 2 de
diciembre de 1817-
ídem, 9 de agosto de
1871).
Poeta, narrador,
periodista y político,
considerado el
máximo
representante del
Romanticismo social
con su novela Amalia,
escrita mientras
cumplía asilo forzoso
en Montevideo,
Uruguay.
Exclamación:
expresión enfática
con la que se
exteriorizan los
sentimientos en tono
vivaz, para causar
impresión al lector.
3 | Lenguaje y Literatura Guía de autoaprendizaje 2.
o año de bachillerato
—Es cierto, no hay peligro, pero quizá tengamos que permanecer en el río dos, tres, o cuatro días
— ¿Y qué me importa si los pasos contigo?
—Amalia, no alteremos en nada nuestro plan. Respetemos de casados todas nuestras promesas de
solteros [...]. Acuérdate, bien mío, que voy a dejarte porque tú me lo mandas, y que tú debes
quedarte porque yo te lo ruego... Pero... siento alguien en la sala.
—¿Será Luisa?
—No, creo que es Daniel. Respondió Eduardo. Y el joven besó la frente de su esposa y pasó al salón,
donde se halló en efecto con su amigo. Eduardo tomó la mano de su Amalia y parecía querer
trasmitirle su alma en su contacto.
Daniel los miró con ternura y les dijo: «El destino no ha querido corresponder a mis vivísimos
deseos: yo había deseado ver vuestra felicidad a la luz de la mía al mismo tiempo. Envueltos en unas
mismas desgracias, yo había deseado que en una misma hora arrebatásemos a la suerte un
momento para nuestra común felicidad, y si Florencia estuviese a mi lado en este instante, yo sería
el ser más venturoso de la tierra... Pero, en fin, he conquistado ya la mitad de mis aspiraciones. La
otra... Dios dispondrá».
Pero en ese instante también la voz de Luisa vino a caer como un rayo en medio de los tres. Era un
grito agudo, horrible y estridente, al mismo tiempo que se vio a la niña venir despavorida por las
piezas interiores, y al mismo tiempo también que se oyó un tiro en el patio, y una especie de
tormenta de gritos y de pasos precipitados. Y antes que Luisa hubiese podido decir una palabra, y
antes que nadie se la preguntase, todos adivinaron lo que había, y junto con la adivinación del
instinto, la verdad se presentó ante ellos, a través de los vidrios del gabinete, en el fondo de las
habitaciones por donde había venido la niña; pues una porción de figuras siniestras se precipitaba
por el cuarto de Luisa al tocador de Amalia. Y todo esto desde el grito, hasta la vista de aquellos
hombres, ocurría en un instante tan fugitivo como el de un relámpago. Pero con la misma rapidez
también, Eduardo arrastró a su esposa hasta la sala, y cogió sus pistolas de sobre el marco de la
chimenea.
Inmediatamente, porque todo era simultáneo y rápido como la luz, Daniel arrastró la mesa y la
tumbó con lámpara, bandeja y cuanto tenía, junto a la puerta que separaba el gabinete de la alcoba.
—¡Sálvanos, Daniel! –gritó Amalia precipitándose a Eduardo cuando tomaba las pistolas.
—Sí, mi Amalia, pero sólo peleando; ya no es tiempo de hablar.•
¿Qué significado tienen las siguientes palabras dichas por Daniel?
Respuestas a la pregunta
Contestado por
2
Respuesta:
eso tiene que asedio en tu cuaderno
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