acontecimientos del Imperio Romano
Respuestas a la pregunta
Respuest:
Constantino I declara Constantinopla nueva capital imperial (11 de mayo de 330 )
Caída de Constantinopla por los turcos otomanos (29 de mayo de 1453)
Respuesta:Su pacifismo o, más exactamente, en palabras de Gibbon, "la predicación cristiana de paciencia y pusilanimidad", restó energía a la reacción militar del imperio. Mientras el imperio occidental sufría las tormentas de las invasiones del siglo V, Agustín y los cristianos de su tiempo se preguntaban si la guerra en defensa propia estaba o no justificada. Se establecía como principio fundamental el perdón a los prisioneros de guerra y se predicaba un universalismo que atacaba directamente los valores de la romanidad. Agustín afirmaba que "la ciudad de Dios tiene tanto sitio para godos como para romanos" y otros, como Salviano de Marsella, alababan la pureza de las costumbres bárbaras y los consideraban como salvadores del Imperio. Ciertamente esta corriente de opinión no fue ajena al hecho de que, al menos desde la época de Teodosio, la resistencia a los bárbaros ya no fuese una opción. Los bárbaros se iban instalando en el Imperio y en todas las escalas administrativas y de poder. Las guerras fueron en estos últimos años determinadas más por los enfrentamientos entre unos y otros bárbaros (los instalados dentro del Imperio y los invasores) que por la defensa del mundo romano frente a ellos.
A la muerte de Teodosio es el general vándalo Estilicón quien actuará, de hecho, como el verdadero dueño del poder en la parte occidental del Imperio. En Oriente había sido proclamado emperador el hijo mayor de Teodosio, Arcadio, mientras que Honorio, aún un niño, quedaba como emperador de Occidente bajo la tutela de Estilicón, el cual había sido nombrado por Teodosio jefe de los ejércitos para las dos partes del imperio.
Desde el 395 hasta la caída de Estilicón, en el 408, se producen dos acontecimientos especialmente relevantes. El primero se refiere a la instalación de facto en el Ilírico de un Estado bárbaro a cuyo frente estaba Alarico y a la imposibilidad de evitar las oleadas germánicas que, durante estos años, saquearon las Galias, el norte de Africa, Hispania e Italia, obligando al emperador a elegir como nueva capital Rávena, más fácil de defender que Milán. El segundo acontecimiento se refiere a las tensiones surgidas entre Estilicón y los consejeros de Arcadio, Rufino y, a la muerte de éste, el eunuco Eutropio. Las hostilidades entre éstos marcaron la ruptura de relaciones entre los emperadores, llegando incluso a temerse una guerra entre ambos imperios. Los distintos pueblos bárbaros fueron utilizados por uno u otro emperador con el fin de debilitar a la parte contraria, como hizo Arcadio con el príncipe bereber Gildón, que sublevó el Magreb contra Honorio. Éste lo hizo a su vez con Alarico a fin de sustraer el Ilírico oriental a Arcadio. La fisura entre ambos Imperios (difícilmente se puede hablar ya de un único imperio) era un hecho irreversible.
En esta situación, los estados bárbaros surgidos dentro del Imperio se consolidaban y ampliaban sus demandas sin cesar. Alarico, que no obtuvo de Honorio las tierras, dignidades e indemnizaciones que pretendía, no dudó en dirigir su ejército contra Roma, a la que sitió por primera vez en el 408. La situación de pánico supuso la vuelta a los antiguos dioses y los senadores hubieron de comprar la retirada de Alarico y el inicio de negociaciones mediante el pago de una indemnización. Ya no es sorprendente que Alarico debatiese en el Senado el alcance de sus pretensiones ni que éste llegara a designar a un nuevo y efímero emperador, elección que recayó en el prefecto de la ciudad, Atalo, que poco después sería depuesto por el propio Alarico. Pero la aceptación de las demandas de Alarico suponía en cierto modo la defección del Imperio Occidental. En el 410 Alarico no se limito a sitiar Roma, sino que entró por la vía Salaria y sometió la ciudad a un saqueo feroz, respetando únicamente las iglesias. Al cabo de tres días abandonaron la ciudad, llevándose numerosos cautivos, entre ellos a Gala Placidia, hermana del emperador que, posteriormente, se casaría con el sucesor de Alarico, el príncipe visigodo Ataúlfo.
El saqueo de Roma conmocionó a todo el Imperio. En casi todas las obras de la época se alude a este hecho en términos de estupor. Jerónimo se preguntaba "cómo era posible que fuese conquistada la propia ciudad que había conquistado el Universo". La respuesta que gran parte de la opinión pública dio a este hecho insólito fue el abandono de la antigua religión: "Perdiendo a sus dioses, Roma está perdida". Este convencimiento debió ser tan profundo en una población traumatizada, que Agustín decidió escribir "La Ciudad de Dios", precisamente para combatir el alcance que esta opinión iba teniendo.
A la muerte de Honorio, en el 423, Teodosio II, hijo de Arcadio, apareció momentáneamente como emperador de ambas partes del Imperio.