ACOGER EL DON DE LA RECONCILIACIÓN. Dios nos reconcilió consigo por cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Así que al acoger este don, nos comprometemos activa y eficazmente en la tarea de sanar las huellas de ruptura presentes en el mundo. Jesús nos revela el misterio de nuestra identidad al abrirnos el horizonte de una existencia autentica y reconciliada con Dios. Él nos enseña y nos llama a vivir el amor, en un dinamismo de reconciliación con el hermano, y nos devuelve el verdadero sentido del señorío sobre lo creado que al Padre nos habría confiado. El don de la reconciliación exige de nosotros una autentica y profunda conversión que nos lleve a acogerlo desde nuestra libertad y a hacer que fructifique en nuestra vida concreta. Esta conversión no es otra cosa que el rechazo radical del pecado y el trabajo activo por seguir a Cristo Reconciliador. Jesús nos invita a llevar una vida basada en el amor que lleva implícito el don de la reconciliación. Sin embargo, en muchas ocasiones, las personas desatendemos esta invitación y terminamos cayendo en la tentación del pecado y en la desobediencia a Dios. A pesar de esto, Jesús siempre insistirá en su llamado y buscará acercarse a nosotros en todo momento.
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La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino. ... Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda
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