a quien le dedica ruben dario la ninfa
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Tal y como todos sabemos, la mitología clásica ocupa un lugar esencial en la
literatura universal. Si nos adentramos en este mundo, podemos descubrir fascinantes
variaciones que implican diferentes visiones sobre un mismo mito, lo que le otorga a
este mayor riqueza e interés. En este caso, hemos escogido la figura de la ninfa, que
cobra gran relevancia en tres cuentos hispanoamericanos: “La ninfa” de Rubén Darío,
“Las ménades” de Julio Cortázar y “Ana María” de José Donoso.
Antes de comenzar a analizar estos cuentos, queremos dar unas nociones acerca
los aspectos que singularizan a las ninfas para poder comprender mejor lo que se
hablará a continuación. En la mitología clásica, dichas deidades eran hijas de Zeus que
moraban en los campos, en los bosques o en las grutas. Siempre jóvenes, se
caracterizaban por su belleza natural y por su vinculación con la naturaleza. Además,
solían ser afables y gentiles, aunque en otras situaciones podían resultar peligrosas
(Villena, 2011:199).
Tras esta breve introducción aclaratoria, nos disponemos a presentar el estudio
de los textos. Se trata de tres cuentos que pertenecen a épocas diferentes: en primer
lugar, el cuento de Darío fue escrito en 1887 y forma parte de Azul, máximo exponente
del Modernismo. En segundo lugar, el texto de Cortázar fue recogido en su libro de
cuentos Final del juego, publicado en 1956. Finalmente, el cuento de José Donoso se
incluye en El charlestón, segundo volumen de sus narraciones que apareció en 1960.
Hemos elegido estos cuentos porque se sitúan en periodos diferentes y porque son
escritos por autores de diversas corrientes literarias. De esta forma, el análisis será
mucho más atractivo.
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Las diferencias entre estos autores aparecen, primeramente, en el tratamiento de
la figura de la ninfa. En el cuento de Darío, encontramos una versión clásica del ser
mitológico. Mario Rodríguez y José Manuel Rodríguez se percatan de este aspecto y
afirman que el autor, en este texto, ‹‹fija y consagra espléndidamente el arquetipo
griego›› (2008:197). Se puede comprobar en el siguiente fragmento:
Estaba en el centro del estanque, entre la inquietud de los cisnes espantados, una ninfa, una
verdadera ninfa, que hundía su carne de rosa en el agua cristalina. La cadera, a flor de espuma,
parecía a veces como dorada por la luz opaca que alcanzaba a llegar por las brechas de las hojas.
(
Explicación: