a que llamamos principios de temporalidad
La necesidad de establecer una caducidad en previsión de que el valor de un inmueble oscile con el mercado inmobiliario.
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Explicación: a que llamamos principios de temporalidad
En la literatura psicológica, el sentido personal de ser uno mismo a través del tiempo y, a la vez, poder diferenciarse de los otros, ha sido retomado por diferentes teóricos vinculándolo al término de identidad, aunque su definición no ha resultado del todo clara. La identidad es en sí misma una especie de dilema en tanto involucra por una parte la idea de singularidad o distintividad, esto es, lo que hace diferente y única a cada persona, pero a su vez refiere la homogeneidad o lo que se comparte con otros y que permite ubicar a la persona como parte de un grupo de referencia. Cada persona desarrolla un sentido personal de sí misma en función de sus experiencias, de su historia, de sus características y de sus percepciones, así como en función de sus interacciones y de los valores y normas que rigen su cultura. Debido al dilema que subyace en el concepto de la identidad, algunas veces se confunde la identidad personal con el autoconcepto o la autoestima, en gran medida porque todos estos aspectos hacen referencia al sentido del sí mismo o al “yo”. Sin embargo, pese a que todos son conceptos relacionados entre sí, existe una importante diferenciación entre ellos. En lo que respecta al autoconcepto es importante decir que éste hace referencia al conjunto de ideas, imágenes, sentimientos y pensamientos que una persona tiene de sí misma. De acuerdo a Rosenberg (1982) el autoconcepto tiene dos dimensiones o componentes: el elemento cognitivo (que se refiere a los pensamientos) y el evaluativo (que se refiere a los sentimientos). De manera que el autoconcepto es el conjunto de creencias que una persona tiene sobre sí misma y que abarca imagen corporal, valores, habilidades y características, pero a su vez está vinculado con un aspecto afectivo que se relaciona con la autoestima, la cual de acuerdo con Costa y McCrae (1988), refiere los sentimientos positivos o negativos que una persona posee sobre sí misma.
Por su parte, la identidad se refiere a aquellos aspectos o características que permiten diferenciarse de otras personas y a la vez ubicarse como parte de un grupo ante el reconocimiento de rasgos o comportamientos que sirven de referencia. La identidad constituye entonces una construcción personal en tanto involucra el reconocimiento de la singularidad, la unicidad y la exclusividad que permiten a un individuo saberse como único, pero a su vez, es también y de manera muy importante una construcción social, en tanto recoge los atributos que una sociedad emplea para establecer categorías de personas (identidad étnica, identidad de género, identidad nacional, etc.), de manera que una persona puede identificarse con determinado grupo y diferenciarse de otro. Dicho de forma más simple, cuando se habla de identidad, se habla de la persona pero en su pertenencia a un grupo.
Existen muy diversas formas de definir o entender lo qué es la identidad de una persona. Dentro del campo de la Psicología, Erickson (1968) fue uno de los pioneros al hablar de identidad, refiriéndose a ésta como una afirmación que manifiesta la unidad de identidad personal y cultural de un individuo. Bajo tal perspectiva el desarrollo de la identidad es una tarea larga que inicia en la infancia, adquiere gran importancia en la adolescencia y continúa a lo largo de la vida. Erickson (1968) propuso que la identidad se daba como resultado de tres procesos: biológico, psicológico y social. Sin embargo, aún cuando su modelo del desarrollo de la identidad fue llamativo y generó controversia en distintos campos, las diversas connotaciones alrededor del término hicieron que este constructo fuese difícil de investigar.
Partiendo del sentido personal de continuidad y distinción como factor crucial de la autodefinición, William James (1952) fue uno de los primeros teóricos en considerar estas dimensiones, indicando que una identidad estable se deriva de la sensación de continuidad que la persona experimenta, es decir, el saber que se es de una forma constante, y consistente y de hecho, proponía que una falta de esta sensación de continuidad podía desequilibrar a la persona y alterar su sentido de sí misma. En la medida en la que una persona experimenta esta continuidad puede diferenciarse del resto. De manera que es necesario incorporar en la conceptuación de la identidad no sólo su conformación personal y social, sino también temporal que plasma la idea de continuidad que tiene una persona a través del tiempo.
a la acción de las personas.