A partir de un ejemplo, explica en que se diferencia la democracia de los griegos con la democracion de ahora?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El confuso referéndum griego de este próximo domingo me ha llevado a uno de mis escritores políticos favoritos: Benjamin Constant (1767-1830). Su famoso discurso “Sobre la libertad de los antiguos comparada a la de los modernos” distinguió los gobiernos electivos de la Grecia clásica (Atenas, pero también Esparta) de los gobiernos y representantes elegidos conforme a las leyes liberales de los dos últimos siglos.
En análisis de Benjamin Constant, que sigue siendo fascinante e igualmente sugerente que cuando fue leído en el Ateneo de París en 1819, se basa en que los derechos individuales de los antiguos griegos (y después de éstos, quienes eligieron gobernantes a lo largo de los veinte siglos anteriores al liberalismo) no se fundamentaban en el tipo de Derechos Humanos que aparecerán con las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa.
Como en estos regímenes antiguos y sin Derechos Humanos no era posible que se diera algún pluralismo ideológico, estaba prohibida la discrepancia (que era castigada con el ostracismo, cuya consecuencia podía ser perder la vida), y en consecuencia no se elegía al representante por su pensamiento o lo que llamaríamos hoy su ideología. Participar en las elecciones no era un derecho de los individuos (derecho sólo de una minoría de varones ricos, pues las mujeres y la mayoría de los hombres -desde luego los “metecos” y los esclavos- no participaban en la política), sino que elegir y ser elegido era una obligación, que no podía rechazarse bajo pena de severos castigos. Los representantes eran casi siempre elegidos a suertes, en un procedimiento que desde la Edad Media se llamó en los reinos españoles “insaculación”, que significaba sacar la boleta con un nombre que estaba “dentro de un saco”.
La genialidad de Benjamin Constant consistió en señalar que el mito jacobino y rousseauniano de la pureza democrática de los antiguos había sido una coartada para instaurar una dictadura ideológica, dictadura que abolía los derechos individuales, después aplastaba a la minoría, y finalmente suprimía de raíz el gobierno democrático. Jacob Talmon (1916-1980), un discípulo de Isaiah Berlin, demostró que los jacobinos rousseaunianos eran los precedentes de los representantes de las posteriores democracias populares comunistas, y ese modelo fue seguido por otras versiones populistas, como las citadas anteriormente.
Los movimientos populistas modernos, una mueca estúpida de los movimientos revolucionarios de hace pocos años, siguen caracterizándose por el hecho de que consideran que todas las Leyes pueden ser ignoradas o abolidas por efecto de una votación. El poder de votar quiere ser el mismo que cuando los ciudadanos no tenían derechos escritos en una Constitución, con la diferencia que en nuestras sociedades no existen las limitaciones tradicionales que se daban en las sociedades antiguas -no se podía discrepar, pero un ciudadano cumplidor de las leyes conservaba sin temor sus propiedades-. Los referéndums sirvieron a los partidos autoritarios para derogar las Constituciones democráticas, y por esa causa, la Constitución de la República Federal de Alemania prohíbe terminantemente ese tipo de consultas.
El referéndum decretado por el Gobierno de Grecia no es legalmente democrático. Va en contra de su propia Constitución, primero, porque ésta estipula que debe ser celebrado a partir de un mes después de su convocatoria, por razones obvias de asegurar tiempo suficiente para el debate, segundo, porque este referéndum somete a consulta cuestiones de naturaleza tributaria, y como sucede en nuestra Constitución, la Constitución griega prohíbe tales consultas, y tercero, porque la pregunta que hace el Gobierno a los ciudadanos griegos no sólo es confusa, sino que es descaradamente mentirosa, pues pregunta sí o no sobre unas resoluciones europeas que ya no son el objeto de negociación.
Lo menos malo para el futuro de Grecia será que triunfe el si, y entonces se pueda cambiar de gobierno. La Unión Europea no puede aceptar seguir negociando con un Gobierno que no respeta su propia Constitución, entre otras muchas razones, porque el Gobierno del Reino Unido ha amenazado también con otro referéndum igual de maligno, y el precedente sería demoledor, cuando el Gobierno conservador británico -en esto igual de radical que el griego- exija a la UE concesiones imposibles
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