a. ¿De qué forma los partidos políticos y la sociedad civil se vuelven parte fundamental en el sistema democrático?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
nose si esta bien explicado sjdj
Explicación:
Pudiera ser que el partido como institución estuviera desapareciendo gradualmente, siendo reemplazado por nuevas estructuras políticas más adecuadas a las realidades económicas y políticas del siglo XXI" (Lawson y Merkl, 1988: 3). Publicada en 1988, esta sentencia marcó el sonado libro When Parties Fail (Cuando los partidos fracasan, decaen). Dos años después, Katz y Mair (1990) entregan la hipótesis de un nuevo modelo de partido a salvo de crisis. ¿Bastó ese tiempo para que los partidos volvieran de su casi entierro? Lo cierto es que no: ese debate, si los partidos están o no en declive, duraría poco más de 30 años. Durante éste, no quedó nunca claro cómo llegó a afirmarse que la sociedad civil cumpliría las funciones de partidos exhaustos o redundantes. La sociedad civil no tomó ese lugar, pero sí evidenció sus confines: sus efectos en la democracia no resultaron indiscutibles o preclaros.
Respuesta:
Los vínculos entre los partidos políticos y la sociedad civil con la democracia son claramente reales, pero difíciles y problemáticos. Analiza las paradojas y reveses democráticos de los actores políticos. La democracia necesita de su convergencia, pero también de un Estado que define ciertas condiciones sociales.
Una de las principales funciones del partido político es presentar los candidatos para los comicios generales, surgidos de elecciones internas y democráticas, a efectos de que los ciudadanos puedan seleccionar a quien votarán para ocupar cargos electivos (para integrar los poderes ejecutivo y legislativo).
Explicación:
El nexo entre partidos políticos y sociedad civil ha sido siempre polémico. Uno de los primeros estudiosos de los partidos (Ostrogorski, 1964) escribió que éstos eran tan dañinos a la sociedad que lo mejor era eliminarlos. Otro de esos clásicos (Weber, 1967) juzgó lo opuesto: los partidos son frutos de la modernidad y la democracia. La democracia es posible gracias a los partidos, repetirían Duverger (1957) o Sartori (1980). ¿Por qué entonces, no obstante estas tesis canónicas, seguimos preguntándonos si los partidos son funcionales o perjudiciales a la democracia (Biezen, 2004)? Habría tres hipótesis del enredo, ninguna de las cuales carece de objeciones dentro de la misma literatura.
1. La hipótesis de Ostrogorski, fechada en 1902, para la que el problema reside en las reglas de la democracia y en la naturaleza de los partidos, dice lo siguiente: si la democracia representativa de las sociedades modernas se basa en la creación de una mayoría electoral por parte de los partidos, éstos se convierten en organizaciones racionales y eficientes que para obtener esa mayoría electoral sacrifican su vocación democrática. Paradoja: los partidos son vitales para la democracia, pero cumplir una de sus tareas constitutivas los aleja del ideal democrático. La de Ostrogorski es una posición aristocrática propia de su tiempo. Un aforismo de Lichtenberg resume esta fobia a la democracia masiva generada por los partidos: "el bienestar de los países se decide por mayoría de votos, pese a que todo el mundo reconoce que hay más gente mala que buena". Demócratas liberales impugnarán el pesimismo de Ostrogorski. Que los partidos se sirvan de la sociedad para satisfacer sus intereses, que practiquen adulterio ideológico e incumplan promesas, no supone ningún fallo, pues "los partidos formulan políticas para ganar votos, no ganan votos para formular políticas" (Downs, 1957: 30-31).
2. La hipótesis de que los partidos se desvincularon de la sociedad porque dejaron de ser lo que eran.2 Por aquí se abre una explicación fácil pero insuficiente: la culpa del divorcio sociedad-partidos es de éstos, de su ambición y abandono de la sociedad. La primera hipótesis pone en entredicho esta segunda, pues, a pensar por lo que Ostrogorski viera, los partidos no fueron nunca demasiado diferentes a lo que hoy son.
3. La hipótesis de que los partidos cambiaron porque, a efecto de las transformaciones sociales, se vieron obligados a ello. Para esta idea, la crisis de los partidos no implica su declive, sino su ajuste y renovación ante vuelcos estructurales de la sociedad postindustrial. Con la revolución en los medios de comunicación, por ejemplo, los partidos tendrían que aprender a hacer campañas por Internet y menos en plazas. Con ciudadanos para los que "votar por la persona y no por el partido"3 les parece adecuado, los partidos tendrían que presentar candidatos mediáticos y, si los hay, jóvenes y guapos. Con sociedades descreídas de las grandes causas o ideologías, los partidos tendrían que reconfigurarse para responder a demandas demasiado específicas. De ello son producto partidos europeos de La Cerveza, La Piratería o el catalán antinacionalista que en 2006 fotografió desnudos a sus candidatos.
tará