93. ¿Por qué solía negarse la repercusión del Renacimiento en
España?
A. Porque España se encontraba bastante lejos de Italia, el
motor del Renacimiento.
B. Porque desde 711 hasta 1492 algunas partes de la Penin
sula Ibérica pertenecieron al islam.
C. Porque no se admitía que la población semitica tambien
pudiese impulsar el Renacimiento
D. Porque los Reyes Católicos solo estaban interesados en la
religión y no en la filosofía del humanismo
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
DIMENSIONES DEL RENACIMIENTO ESPAÑOL
Introducción
El Renacimiento es la época áurea de España, o lo que llamamos el «Siglo de Oro».
El siglo XVI corresponde a la plenitud del Renacimiento mientras que el siglo XVII corresponde a la época barroca, que suele denominarse nacional. Durante el primero, España sigue las corrientes universalistas del Renacimiento y marcha a la par, en cuanto a las direcciones generales, con el resto de las naciones europeas; en el segundo, se dan
los caracteres mas típicos y personales del arte y letras españolas.
El Renacimiento se suele subdivir también en dos períodos que corresponden, el primero al período imperial de Carlos V; y el segundo al de su heredero, Felipe II.
Durante el Primer Renacimiento, sigue la direccción paganizante que predomina en toda Europa (es el momento de RECEPCIÓN de los influjos extranjeros, predominantemente italianos, comenzado en el siglo XV). Bajo Felipe II, el período de ASIMILACIÓN, las tendencias renacentistas se cristianizan, y aunque en el aspecto puramente artístico y formal siguen las normas precedentes, España se encierra dentro de sí misma, preparando la época nacional que ha de venir en seguida: es el momento de la contrarreforma (o reforma católica), de la ascética y de la mística, de los grandes poetas religiosos, de afirmación proselitista y apologética, sin picaresca ni sátira religiosa ni apenas literatura frívola.
Mientras el hombre de la Edad Media había situado a Dios en el centro de su Universo y considerado la existencia terrena como una estación de paso para conquistar la vida eterna, el hombre del Renacimiento trastrueca los valores y se coloca en el centro de un mundo que considera digno de ser vivido por sí mismo. La tierra ya no es el valle de lágrimas del hombre cristiano-medieval, sino un lugar de goce; la inteligencia no es una débil luz que no vale nada sin la Revelación sino un faro potente que puede descubrir todos los arcanos; el cuerpo no es el mal, sino la fuente del placer que justifica y hace hermoso el vivir. El descubrimiento de la Antigüedad entrañaba la plena revelación del hombre con sus instintos y su razón omnipotente y de la vida material con sus placeres y bellezas, que había desterrado la concepción ascética y cristiana del Medio Evo; porque el mundo de la Antigüedad descansaba precisamente sobre esta concepción antropocéntrica y materialista, sin dogmas ni vida de ultratumba, en la que el hombre y su razón constituían la medida de todas las cosas.
De esta nueva valoración del hombre nace el humanismo. Los humanistas estudiaban el latin y el griego y estaban interesados en problemas de filología o erudición puesto que los textos antiguos se estimaban no sólo por sí mismos o en razón de su belleza o excelencia literarias sino porque conducían a la nueva concepción del
hombre, centro y finalidad de todas las cosas, de la que aquellos textos eran depositarios.
Una serie de causas materiales impulsó este orgullo humanista: la invencion de la imprenta, que facilitó la difusión del saber, el descubrimiento de América, que abrió nuevos horizontes a la actividad humana (el comericio). Movido por estos impulsos, el
hombre renacentista investigó la naturaleza, realizó portentosos descubrimientos científicos, creó maravillosas obras de arte, trató de hacer el mundo confortable y bello, y se lanzó a vivir con la furia incontenible de quien acaba de descubrir el paraíso.
Ninguna otra época en la historia ha ofrecido un ejemplo de plenitud, de energía, de audacia creadora, de anhelo de vivir como el que dieron los hombres de aquel tiempo. Mientras el hombre medieval había despreciado el cuerpo en beneficio del espíritu, el renacentista busca la plenitud en un desarrollo armónico de todas las facultades, tanto
espirituales como físicas, buscando la satisfacción de todas las posibilidades del ser humano. A esta concepción responde la figura ideal del cortesano creada por Baltasar de Castiglione. El hombre de la Edad Media se había polarizado en una actividad: era un hombre de armas, un clérigo, un burgués. El cortesano debe ser tan experto en las
armas como en las letras, ha de saber conjugar las maneras más refinadas con el valor en el combate, cortejar a las damas y tañer los instrumentos con que acompañar su propio canto, estar tan preparado para el riesgo como para el placer.