6 ¿POR QUE SE DICE QUE JESUCRISTO ES UN SER RESUCITADO Y GLORIFICADO?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La resurrección de Jesús es la creencia religiosa cristiana según la cual, después de haber sido condenado a muerte y ser crucificado,1 Jesús fue resucitado de entre los muertos, como «primicias de los que durmieron» (1 Corintios 15:3-4),2 siendo exaltado como Cristo (Mesías) y Señor.345
En el Nuevo Testamento, después de que los romanos crucificaron a Jesús, él fue ungido y enterrado en una tumba nueva por José de Arimatea, pero Dios lo resucitó de entre los muertos6n. 1 y se apareció a muchas personas en un lapso de cuarenta días antes de ascender al cielo, para sentarse a la diestra de Dios.7n. 2
Para la tradición cristiana, la resurrección corporal fue la restauración de la vida de un cuerpo transformado (inmortal o incorruptible) impulsado por el espíritu,8910 según lo descrito por Pablo y los Evangelios,111213 que condujo al establecimiento del cristianismo.14 En la erudición cristiana secular y liberal, las apariciones de Jesús se explican como experiencias visionarias151617 que dieron ímpetu a la creencia en la exaltación de Jesús18 y una reanudación de la actividad misionera de los seguidores de Jesús.1519
En la teología cristiana, la muerte y resurrección de Jesús constituyen los eventos más importantes y, como consecuencia, forman el fundamento de la fe cristiana.20 n. 3 Su resurrección es la garantía de que todos los cristianos muertos serán resucitados en la segunda venida de Cristo.22
Los cristianos celebran la resurrección de Jesús el Domingo de Pascua, dos días después del Viernes Santo, el día de su crucifixión. La fecha de la Pascua se corresponde aproximadamente con el Pésaj, la observancia judía asociada con el Éxodo, que está fijado para la noche de la luna llena cerca del tiempo del equinoccio de primavera.23
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Detalle de Tomás el incrédulo, por Carl Heinrich Bloch.
Fondo © janniwet/iStock/Getty Images.
“Jesús… dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:30). En ese momento, el espíritu de Jesucristo dejó Su cuerpo; un cuerpo que había soportado padecimientos para que Él pudiese expiar los pecados de todas las personas y socorrerlas de acuerdo con las debilidades de ellas (véase Alma 7:12–13). Aquel cuerpo, ahora un tabernáculo vacío, fue quitado de la cruz, envuelto en una sábana, y finalmente colocado en una tumba. Al tercer día, las mujeres que se dirigían al sepulcro fueron para terminar los preparativos para la sepultura del cuerpo; no obstante, el cuerpo no estaba.
El hallazgo del sepulcro vacío fue solo el comienzo. Más adelante, María Magdalena, los apóstoles y muchas otras personas vieron algo milagroso: a Jesucristo, resucitado y perfeccionado, en forma humana y tangible.
El Salvador se aseguró de que quienes lo vieran tras Su resurrección comprendieran plenamente la clase de cuerpo que tenía; invitó a los apóstoles, por ejemplo, a palparlo a fin de que pudieran tener la certeza de que tenía un cuerpo físico y que no era una aparición (véase Lucas 24:36–40)1. Incluso comió con ellos (véase Lucas 24:42–43).
Luego, conforme los apóstoles cumplieron con su comisión de predicar el evangelio de Jesucristo, afrontaron oposición y persecuciones, en parte porque enseñaban que Jesucristo había resucitado y que todo el género humano resucitaría como resultado de ello (véase Hechos 4:1–3).
Hoy en día, la resurrección de Jesucristo es tan esencial en el mensaje que Su Iglesia proclama al mundo como lo era entonces. Tal como dijo el profeta José Smith: “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso”2.
La Resurrección sirve para dar respuesta a preguntas fundamentales sobre la naturaleza de Dios, nuestra naturaleza y nuestra relación con Dios, el propósito de esta vida, y la esperanza que tenemos en Jesucristo. Las siguientes son algunas de las verdades que la resurrección de Jesucristo puso de relieve.
El Padre Celestial tiene un cuerpo glorificado
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La Primera Visión, por Gary L. Kapp.
Ciertamente, la idea de que Dios tiene forma humana está arraigada en la Biblia3, así como en el pensamiento popular; sin embargo, muchas tradiciones filosóficas —teológicas y religiosas— la han rechazado a cambio de un dios “sin cuerpo, partes ni pasiones”4, ya que, desde esa perspectiva, el cuerpo (y la materia en general) es maligno o irreal; mientras que el espíritu, la mente o las ideas son la verdadera esencia del ser o realidad supremos.
Por lo tanto, ¡cuán gloriosamente sencilla y revolucionaria fue la revelación de la naturaleza de Dios por medio de Su Hijo Jesucristo!
Durante Su ministerio, el Salvador dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9); eso fue aun más cierto después de Su resurrección con un cuerpo perfeccionado e inmortal, lo cual demostró que “el Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre; así también el Hijo” (D. y C. 130:22).
De ese modo se reveló la naturaleza física del Padre Celestial. Más tarde, José Smith explicó: “Lo que no tiene cuerpo ni partes es nada. No hay otro Dios en el cielo sino ese Dios de carne y huesos”5.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, lo ha explicado de este modo: “Si Dios no solo no necesita ni desea un cuerpo ¿por qué el Redentor de la humanidad redimió Su cuerpo, redimiéndolo de las garras de la muerte y de la tumba, garantizando de ese modo que nunca más volvería a separarse de Su espíritu en esta vida y la eternidad? Cualquiera que rechace el concepto de un Dios con un cuerpo, rechaza al Cristo viviente y al resucitado”6.
El Padre Celestial es omnipotente, omnisciente y amoroso
Los atributos supremos de la naturaleza del Padre Celestial también se revelan en el hecho mismo de la resurrección de Jesucristo. Como ha dicho el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Dada la realidad de la resurrección de Cristo, carecen de fundamento las dudas acerca de la omnipotencia, la omnisciencia y la benevolencia de Dios el Padre, quien dio a Su Hijo Unigénito para la redención del mundo”7.