Tratamiento de datos y azar, pregunta formulada por richardpilla773, hace 10 meses

5 ejemplos de poesia mundana porfii

Respuestas a la pregunta

Contestado por mariapamela0122
2

Respuesta:

Explicación:

Trabajo todo el día como un monje

y por la noche doy vueltas, como un gato viejo

en busca de amor… Voy a proponer

a la Curia que me hagan santo.

Al engaño, de hecho, respondo

con la mansedumbre. Como miran las imágenes

miro yo a los adictos al linchamiento.

Con el sereno valor de un científico

me observo a mí mismo masacrado. Parece, a veces,

que odio y, sin embargo, escribo

versos llenos de amor preciso.

Estudio la perfidia como un fenómeno

fatal, como si careciera de objeto.

Tengo piedad de los jóvenes fascistas

y para los viejos no dispongo

de otra cosa que la violencia de la razón.

Pasivo como un pájaro que, volando,

Todo lo ve y en su corazón se lleva

al cielo la conciencia

que no perdona.

De: “Poesía en forma de rosa”

 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,

como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,

como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

Soy hombre , he nacido,

tengo piel y esperanza.

Yo exijo, por lo tanto,

que me dejen usarlas.

No soy dios: soy un hombre

(como decir un alga).

Pero exijo calor en mis raíces,

almuerzo en mis entrañas.

No pido eternidades

llenas de estrellas blancas.

Pido ternura, cena,

silencio, pan, casa...

Soy hombre, es decir,

animal con palabras.

Y exijo, por lo tanto,

que me dejen usarlas.

La vida siempre acaba mal.

Siempre promete más de lo que da

y no devuelve

                        nunca el furor,

el entusiasmo que pusimos

al apostar por ella.

Es como si cobrase en oro fino

la calderilla que te ofrece

y sus deudas pendientes

-hoy por hoy-

pueden llenar mi corazón de plomo.

No sé por qué agradezco todavía

el beso frío de la calle

esta noche de invierno,

mientras que me reclaman,

parpadeando,

sus ojos como luces de algún puerto.

Por qué espero el calor que se fue tantas veces,

el deseo

por encima de todas las heridas.

Pero acaso me calma una tibia tristeza

que ya no me apetece combatir.

Todo sucede lejos o se apaga

como los pasos que no doy.

La vida siempre acaba mal.

Y bien mirado:

¿puede terminar bien lo que termina?

(De "Pensando que el camino iba derecho" 1982)

Esta nieve que pisas va a convertirse en barro

y en el lago veré mi rostro sin el tuyo.

He transitado el borde de la orilla,

he querido cruzarlo sin mojarme los pies

y he tropezado tanto que me duelen las manos.

Debajo de la hierba esperan piedras

que reciben mi piel como una encrucijada.

Pero no se la apropian,

los cuerpos son tan bellos cuando el tiempo los toca

que no nos pertenecen,

son un bosque prohibido.

Quedará para siempre la marca de un reflejo

porque no van los brazos a olvidarlo todo

aunque se hagan más grandes nuestras dudas.

Las canciones que olvidas son huellas en la nieve

y en la piel de los lagos se deshace el futuro.

(De los ojos del pelícano, 2010)

He visto una película “Paterson”, de Jim Jarmush que no me atrevo a recomendar porque es muy lenta y no es emocionante. Pero a mí sí me ha gustado. Y he pensado mucho en ella desde que la vi.

Paterson es un conductor de autobús que escribe poemas cada día antes de comenzar su jornada laboral  y también en su casa por la noche. En realidad podría decir que es un poeta que conduce un autobús.

Pues bien, este personaje me ha hecho pensar en muchas personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida dedicada a la enseñanza. Son personas que escriben poesías que muy pocos leerán. Escriben para  expresar sus sentimientos, escriben por placer, incluso diría que por necesidad. Escriben poesía porque sí.

Y como ejemplo os presento a Marino.

Marino tiene ahora casi 80 años. Cuando se jubiló, después de una vida de duro trabajo, empezó a estudiar Secundaria y consiguió su título con 72 años. No había podido estudiar de pequeño porque empezó a trabajar muy pronto para ayudar a su familia. Sin embargo escribe poesía con gran facilidad  sobre todos los temas que le preocupan, de amor y de denuncia,  a veces tristes y profundas y otras irónicas, graciosas y alegres. Aunque ahora tiene una vida muy ajetreada, como casi todos los abuelos, los poemas siguen surgiendo de su pluma  sin cesar. Como muestra un botón.

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