5 cualidades de la Familia de San Vicente de Paúl
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1. Sencillez
San Vicente dijo, «es la virtud que más amo»1, tanto que «yo la llamo mi evangelio». «Tengo devoción especial y consuelo en decir las cosas como son». Estas palabras pueden ayudarnos a identificar la sencillez en su significado real como verdad, sinceridad, transparencia. Vivir plenamente la sencillez nos ayudará a evitar ser falsos, decir una cosa y significar otra, o decir una cosa a la cara de una persona y otra a sus espaldas.
Estamos llamados a ser sencillos, a decir las cosas como son, pero, debo añadir, siempre con sinceridad hacia el otro. Como San Vicente nos dice, es la libertad para hablar a los otros «con plena confianza, sin ocultar o disfrazar nada»2.
Hay situaciones que exigen vivir verdaderamente la sencillez: cuando los amigos se sientan y hablan, incluso sobre temas difíciles.
La sencillez debe estar también presente en los que quieren comprometerse en el seguimiento de Jesucristo en la Familia Vicenciana.
2. Humildad
San Vicente la llama «la virtud característica de la misión. Oh santa virtud, qué hermosa eres. Oh pequeña Compañía, qué amable serás si el Señor te concede esta gracia»3. De nuevo san Vicente llama a la humildad «la virtud de Jesucristo, … de su santa madre, … de los santos más grandes, … es la virtud de los misioneros»4.
La humildad es la virtud que nos capacita para reconocer y admitir nuestras debilidades y limitaciones, creando así la posibilidad de confiar más en Dios y menos en nosotros mismos. Al mismo tiempo, la humildad nos capacita para reconocer nuestros talentos, unos talentos que deben ponerse al servicio de los demás.
Es la virtud que permite a los pobres acercarse a nosotros. Es la virtud que nos ayuda a ver que todos son iguales a los ojos de Dios. Nos capacita, al mismo tiempo, para acercarnos a los pobres.
En oposición a los humildes, están ciertamente los soberbios de corazón, personas con una actitud de «yo soy mejor que el otro,» que miran a los demás por encima del hombro. La humildad es una virtud que capacita a los misioneros para inculturarse, en otras palabras, hacerse uno con los otros, especialmente con los pobres.
Como San Vicente dice en otro lugar, es un «abandono perfecto de todo lo que eres o puedes ser»5 con confianza en él que es nuestro único Señor, Jesucristo.
Una vez más, si se afianzan en la humildad, harán de la Familia Vicenciana un paraíso y las personas notarán lo felices que somos.6.
3. Mansedumbre
La mansedumbre es la virtud vocacional, como dice el mismo San Vicente, «un estilo amable gana los corazones y les atrae»7. Y de nuevo, «Si no se puede ganar a un hombre por la amabilidad y la paciencia, será difícil conseguirlo de otra manera»8.
Otras palabras que podemos usar hoy con relación a la palabra mansedumbre, serían, bondadoso, cortés, amable, simpático. En un sentido está relacionada con la humildad en cuanto que es la virtud que permite al pobre acercarse a nosotros. Es la virtud que nos hace cercanos.
La mansedumbre no es agresiva, airada, ruidosa. Ciertamente es una virtud clave en la comunidad. Es la virtud que ayuda a construir la confianza de unos con otros, porque cuando somos amables, los que son tímidos se abrirán a nosotros. San Vicente dice «no hay personas más constantes y estables en hacer el bien que los que son mansos y amables»9
Un tema relacionado con la mansedumbre es el de la hospitalidad, que es una característica que debe distinguir a un miembro de la Familia Vicenciana: una persona acogedora; una persona que está atenta a las necesidades de los otros, y en particular de aquellos que han venido de lejos.
4. Mortificación
Estamos llamados a morir a nosotros mismos. Es la virtud que nos pide entregarnos totalmente, pensar primero en los otros, pensar primero especialmente en los pobres, antes que en nosotros mismos.
Como dice San Vicente, «los santos son santos porque siguen las huellas de Jesucristo, renuncian a si mismos, y se mortifican en todas las cosas»10. Y como dice también, «la oración y la mortificación son dos hermanas tan íntimamente unidas que la una nunca se encuentra sin la otra»11.
Ayunar significa mucho más que privarse simplemente de comida. Es esa práctica tradicional cristiana, que nos ayuda a morir a nosotros mismos. Uno de los peligros en que fácilmente caemos es querer estar pendientes de nosotros mismos hasta el punto de no estar dispuestos, a veces, a hacer incluso algunos pequeños sacrificios por los demás.
Otro peligro es pensar primero en mis necesidades, mis ocupaciones y, por consiguiente, mi comodidad. Ahí está el peligro de la no disponibilidad para dar un paso más por el otro. Como dice San Vicente, el don de la mortificación «solamente se consigue por la repetición de actos»12.
5. Celo apostólico
Celo por las almas (o pasión por la humanidad). San Vicente dice que «si el amor de Dios es el fuego, el celo es la llama»13. Es la consecuencia de un corazón verdaderamente compasivo. Se trata de la pasión
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