40 frases de el libro de gabriel garcia marques relato de un naufragio
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
No son las 40 pero algo es algo jajajaja
Explicación:
Mi vida de héroe no tiene nada de particular.
Volví a mirar hacia el cielo. Ahora era un cielo alto y sin nubes de un azul intenso.
Después de la tormenta el mar amanece azul, como en los cuadros...
Sentía como si el agua hubiera penetrado hasta los huesos.
Una gaviota grande, oscura y vieja voló sobre la balsa. Entonces no pude dudar de que me encontraba cerca de tierra.
Sentado en el borde de la piedra, yo descubría siempre la Osa Menor, por los lados del Cerro de la Popa.
El heroísmo, en mi caso, consiste exclusivamente en no haberme dejado morir de hambre y de sed durante diez días.
Puede esperarse un año en el mar, pero hay un día en que ya es imposible soportar una hora más.
(.Por eso no sentía alegría. Por eso me reafirmé en mis deseos de morir, antes que me volvieran loco las alucinaciones.
Traté de navegar hacia el otro lado, para equilibrar la embarcación, pero me lo impidió la fuerte correa de cuero amarrada al enjaretado.
Sólo esa noche decidí que con lo único que contaba para salvarme era con mi voluntad y con los restos de mis fuerzas.
Algunas personas me dicen que esta historia es una invención fantástica. Yo les pregunto: Entonces, ¿Qué hice durante mis diez días en el mar?
Miré el reloj. Eran las cuatro de la madrugada. Todos los días a esa hora escrutaba el horizonte. Pero ya había perdido las esperanzas de la tierra.
Sin embargo, algo extraño me ocurría cuando sentía deseos de morir: inmediatamente empezaba a pensar en un peligro. Ese pensamiento me infundía renovadas fuerzas para resistir.
Hay un instante en que ya no se siente dolor. La sensibilidad desaparece y la razón empieza a embotarse hasta cuando se pierde la noción del tiempo y del espacio.
No sé cuánto tiempo estuve así...Sólo sé que tenía dos preocupaciones al mismo tiempo: que me descansaran los pulmones y que no se volviera a voltear la balsa.
No recuerdo el amanecer del sexto día. Tengo una idea nebulosa de que durante toda la mañana estuve postrado en el fondo de la balsa, entre la vida y la muerte.
Después de siete días sin tomar agua, la sed es una sensación distinta, es un dolor profundo en la garganta, en el esternón y especialmente debajo de las clavículas
El frío fue más intenso en las horas de la madrugada y me parecía que mi cuerpo se había vuelto resplandeciente, con todo el sol de la tarde incrustado debajo de la piel.
No sentía sed ni hambre. No sentía nada, aparte de una indiferencia general por la vida y la muerte. Pensé que me estaba muriendo. Y esa idea me llenó de una extraña y oscura esperanza.
Con la misma esperanza con que esa tarde esperé ver aviones en el horizonte, estuve esa madrugada buscando luces de barcos. Permanecí largas horas escrutando el mar; un mar tranquilo, inmenso y silencioso, pero no vi una sola luz distinta de las estrellas.
Mi primera sorpresa fue que aquel muchacho de 20 años, macizo, con más cara de trompetista que de héroe de la patria, tenía un instinto excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas, y bastante dignidad silvestre como para sonreírse de su propio heroísmo.
El cielo estaba lleno de gaviotas que pasaban volando muy bajo. Yo sentía los fuertes aletazos sobre mi cabeza. Eran indicios inequívocos; el cambio en el color del agua, la abundancia de las gaviotas, me indicaron que esa noche debía permanecer en vela, listo a descubrir las primeras luces de la costa.
Para sentirme menos solo me puse a mirar el cuadrante de mi reloj. Eran las siete menos diez. Mucho tiempo después, como a las dos, a las tres horas, eran las siete menos cinco. Cuando el minutero llegó al número doce eran las siete en punto y el cielo estaba apretado de estrellas. Pero a mi me parecía que había transcurrido tanto tiempo que ya era hora de que empezara a amanecer.
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