3 semejanzas y 3 diferencias entre la mujer del medio oriente y la mujer occidental contemporanea
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Hace tiempo y, en especial, desde el comienzo de la crisis humanitaria en Europa y la llegada de personas refugiadas, que se vienen escuchando comentarios xenófobos, falsos estereotipos y acusaciones hacia estas personas, en su gran mayoría asociando la religión a la falta de libertades, sobre todo en lo que a la mujer respecta, y también en su gran mayoría, desde la total ignorancia o desde una opinión fundada en base a la imagen que se lanza desde los medios de comunicación, sesgada y etnocentrista.
Desde occidente tenemos la mala costumbre de juzgar lo que hay fuera de nuestros límites con una actitud de superioridad, de máxima razón, de modelo a seguir por el resto. Nos basamos en la existencia de una diferencia descomunal entre occidente y oriente, que acaba por reproducir unos tópicos muy alejados de la realidad.
Las mujeres árabes son todavía vistas en muchos medios de comunicación como víctimas dependientes de un sistema de esclavitud, muchas veces relacionando esto al Islam, pero ¿no ayuda eso, sin embargo, a introducir en nuestras cabezas unos estereotipos sexistas sobre esta religión y sobre esta cultura que después puedan ser reproducidos y expandidos sin fundamento? Así es y así se está haciendo. Estas imágenes oportunistas y deformadas acaban por despertar sentimientos de recelo y temor hacia esta comunidad, además de crear una imagen misógina y agresiva de estas personas.
No se puede negar que exista el machismo. Por desgracia, el hecho de considerar a la mujer como ser inferior al hombre, ya sea a modo de discriminación directa y agresiva o de paternalismo o discriminación positiva, existe en todo el mundo y en todas las sociedades. Pero no podemos criminalizar al mundo árabe de actos desproporcionados contra los derechos humanos de las mujeres cuando, desde nuestro idolatrado occidente, se sigue considerando a estas mujeres meros objetos sin opinión propia. ¿No deberíamos, quizá, mirarnos en el espejo y empezar por considerar a todo ser humano independientemente de su procedencia como agente pensante y capaz de tomar decisiones? ¿No deberíamos partir de la base de que, si el sexismo es algo universal, deberíamos luchar contra su totalidad, en todas sus formas, en lugar de culpabilizar a una sociedad para sentirnos un poco más justos y en paz con nosotros mismos?, ¿no deberíamos dejar de tratar al mundo árabe y musulmán como chivo expiatorio y asumir que occidente no es tan perfecto como nos quieren hacer creer?
Y, aunque ya se haya dicho y repetido en mil ocasiones, me veo en la obligación de volver a hacerlo: el Islam no es machista. Machista es la persona que considera al hombre superior a la mujer, machista puede ser una ley que favorece a los hombres, un Gobierno que limita las libertades de las mujeres, y machista también puede ser quien culpa a una religión, sea cual sea, de su propia interpretación.
La discriminación de la mujer en el Islam no es algo nuevo, pues se utilizó para atacar dicha religión desde comienzos del siglo XIX, cuando la mayoría de países árabes y musulmanes fueron colonizados por potencias occidentales. Igualmente, la consideración del mundo musulmán de fanático y violento proviene de la necesidad occidental de ser superior, de ridiculizar lo diferente y reducirlo ante nuestros pies. No deja de ser el arma de combate utilizada siempre para la colonización, con independencia del objetivo.
Los estereotipos aducidos más frecuentemente con la religión musulmana y las mujeres son la clitoridectomía, la poligamia y el velo. No es raro encontrar un artículo de prensa en el que la ablación del clítoris aparece como una costumbre de origen africano basada en los principios de la religión islámica. Lo cual es rotundamente falso, pues no se hace ninguna alusión en el Corán a dicha práctica. Además, la circuncisión femenina y también masculina es una práctica preislámica que sigue presente tan sólo en algunos países musulmanes, pero también entre muchos cristianos.
En relación a la poligamia, es cierto que el Corán la permite, sin embargo, es una práctica muy poco utilizada. Por supuesto, es una práctica desigual, apta para los hombres que quieran casarse con más de una mujer, pero no para las mujeres que quieran casarse con más de un hombre, o para las personas que quieran casarse con una o más personas de su mismo sexo. Desde occidente consideramos la monogamia como el modelo óptimo, el modelo perfecto heterosexual de amor romántico, dejando a un lado el resto de formas de amor posibles, poli amor o amor libre que también existen en todas las sociedades en mayor o menor medida, y más o menos ocultas. De nuevo, es hipócrita atacar a una sociedad por una práctica determinada, generalizando y siendo incapaces de mirar nuestras propias carencias. Si basáramos cada opinión en el axioma total, universal e irrevocable de que cada persona individual es libre de actuar como considere oportuno, no necesitaríamos hablar sobre este tema.