3 Poemas inventados para la maestra
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
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1. ¿La Verdad tiene Valor? (David Zaba)
La mayor parte del tiempo damos por sentado el valor de las cosas, y la verdad es una de ellas; este poema inventado trata precisamente este tema y nos deja llenos de cuestionamientos acerca del valor de la verdad.
Si vale mucho, ¿Para qué regalarlo?
Si no tuvo precio, ¿A quién se le niega?
Es fácil decirlo, pero cómo cuesta.
A nadie le satisface, y a todos molesta.
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¿Tiene sentido compartir lo único que es mío?
No, lo dudo. No tendría sentido.
¿Sería ilógico desear lo único que no voy a tener?
Sí, lo creo. Más control en mi haber.
Por la verdad la gente paga y cobra, quita y pone, mata y muere.
La hay en todo y todos, pero nadie la posee.
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¿Tiene la verdad un valor o un precio?.
2. Dos segundos contigo (Pedro Marín=
Se han escrito muchos poemas sobre el tiempo y otros más sobre el amor; pero este problema inédito combina ambos tópicos creando así una atmósfera romántica de ensueño.
Si pudiese alargar el tiempo y hacerlo infinito.
Lo tomaría todo por excepto uno o dos momentos.
Lo echaría al mar para que ni yo mismo lo encuentre.
Así, ese par de segundos contigo
Serian lo más hermoso que ha sucedido en el mundo.
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3. Mi padre, un fiambre
El siguiente poema relata la experiencia de una hija en el sepelio de su padre, nos pasea por las emociones, recuerdos y preguntas que surgen ante la muerte.
Lo vistieron, le acomodaron sus prendas de gala,
las más exquisitas y delicadas que encontraron.
No, no lo vistieron, lo engalanaron.
Ataviado con pestañas ajenas, maquillaje, casimir y algodón.
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¿Era él?
En toda su vida jamás había estado tan elegante;
De haber estado de pie entre la multitud
no lo habría reconocido.
Ahora cualquier ojo se engañaría
creyendo que se trataba de un Lautaro
y no de un Sebastián.
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¿Era él?
La intuición me obliga a pensar
que en el pasado fuimos amantes,
que repudié mi origen por él;
y que su querer se mantuvo conmigo
hasta que mis raíces volvieron a separarnos.
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Y ahora que volvíamos a encontrarnos,
otra fémina lo apartaba de mí.
¿Seguía siendo él?
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Su rostro,
había pasado por tantas tonalidades;
rojizo y lozano de infante,
tostado por el sol en su juventud,
y pardo cuando lo conocí.
Manchado por la grasa y el tiempo,
así lo conocí.
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Y ahora, un fiambre,
desvaído, rígido, frío.
¿Era él?
Su voz resuena en mi cabeza;
estruendosa, risueña, bulliciosa…
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Siempre bullicioso.
Llegué a odiar su jolgorio,
lo odiaba porque era suyo y no mío.
Y ahora no reconozco su mutismo.
¿Era él?
Sus ojos, el tiempo los estaba marchitando;
No había en ellos tristeza ni amargura,
Y aun así pude verlos llenos de nostalgia.
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Añoraba su pueblo, su madre, su niñez.
Pero yo nunca me vi en ellos…
ya no sé si podré reflejarme en ellos.
¿Seguía siendo él?